martes, 25 de mayo de 2010

El sauce llorón y los almendros

Erase una vez un árbol, que aunque no tenía fruto, no fue desarraigado por su dueño.


Lo dejo entre los árboles que sí tenían fruto. Aunque era un árbol de otra clase y no daba fruto, era tan sumamente bello que el dueño del campo lo dejó y no lo desarraigó.

Un día, el dueño del campo, meditó en su corazón preguntándose… ¿Qué fruto de ese árbol? Él veía que todos los árboles de su campo daban fruto, pero este era diferente porque no daba fruto comestible. En ese día fue el hijo del dueño al campo. Pregunto el padre a su hijo al verlo… ¡Hijo!, estoy preocupado por un sauce que esta entre mis almendros… Añadió… ¿Qué hago?, pues este árbol esta en medio y no da fruto.

El hijo respondió a su padre que era el dueño de todos los árboles… Padre, dadme el árbol. Por favor, regálamelo.

El padre le dijo… Hijo, aunque este árbol no me da fruto; pero porque tú me lo pides, no lo desarraigaré del campo por amor a ti.

Su padre pensó en su corazón… ¿Para qué quiere mi hijo este árbol que no sirve para nada entre mis almendros?

Un día, coma los demás, fue el padre con su hijo para la recogida de los almendros y se fijó en el Sauce.

El Sauce era sumamente bello, pero no daba almendras. El Sauce era muy grande y seguía allí, en medio de los almendros.

El Padre, dueño del campo, ese día termino de recoger todas las almendras con su hijo.

… Hijo mío ya hemos recogido todo el fruto de los árboles… Y añadió… ¡Y Tú!, ¿Qué fruto has recogido de tu árbol sin almendras?…Preguntó el padre.

El hijo le respondió… Padre no tengo fruto ninguno, pero me he sentado de vez en cuando debajo de sus ramas y me he quitado el dolor en mi corazón; pues al tumbarme cerca de sus ramas, he visto su belleza y su grandeza y me he maravillado tanto y tanto que me ha alegrado el corazón que he recobrado ánimo y fuerzas gracias a Él, y de esta, he rendido mucho más recogiendo las almendras.

El padre se animó muchísimo y le dijo… Hijo mío; ya no le desarraigaré jamás, pues este árbol el ánimo como fruto y de esta manera trabajaremos mejor en la recogida de los árboles que dan fruto.

Aunque era un árbol distinto y sin fruto, siempre les protegía de la lluvia, por su grandeza; del sol abrasador en verano y en su hermosura meditaban sus poseías.

Por último, su hijo le preguntó a su padre…¡Padre!, ¿En tu campo hay ahora algún árbol sin fruto?

Respondió su padre y dijo… Hoy estoy contento, pues todos los árboles de mi campo dan mucho fruto…añadió a su hijo…Gracias hijo, pues por ti, este árbol, sigue en mi campo vivo y creciendo.

Después se abrazo a su hijo y lloraron de alegría por el árbol si desarraigar. Luego juntos se marcharon a su casa muy contentos y lo celebraron

La leyenda del árbol sagrado

SE DICE QUE EN JAPON EN LA ERA FEUDAL LOS ESPIRITUS Y LOS MONSTRUOS, DECIDIERON LIBERASE Y ESTR EN LA SUPERFICIE DE LA TIERRA SIN ESCONDERSE DE LA SOCIEDAD, POR LO QUE VAGABAN EN TODAS LAS DIRECCIONES POSIBLES, CAUSANDO DESTRUCCION Y TERROR A SU PASO. DICHOS SERES ERAN TAN PODEROSOS QUE SOLO LAS CUATRO BESTIAS SAGRADAS QUE FUNGIAN LOS COMO LOS CUATRO  PUNTOS CARDINALES.EL AVE DE FUEGO  DEL NORTE, EL ZORRO BLANCO DEL SUR,   EL DRAGON  DEL ESTE Y QUIEN SERIA COMO EL PADRE DE INUYASHA  EL PERRO SAGRADO  DEL OESTE, SIGUIENDO SU FUNCION, LOS GUARDIANES LUCHARON CONTRA LOS ESPIRITUS Y MONSTRUOS QUE ATORMENTABAN A LA HUMANIDAD, SIN EMBARGO ESTO NO TUVO UN FINAL FELIZ, YA QUE TRES DE LAS BESTIAS FALLECIERON CUMPLIENDO SU DEBER. EL UNICO QUE SOBREVIVIO FUE EL GUARDIAN DEL OESTE, QUIEN TEMEROSO DE QUE SE EXTINGUIERA SU LEGADO, LE PIDE A UNA JOVEN HUMANA EL FAVOR DE CONTINUAR CON SU DESCENDENCIA.


EN EL MOMENTO EN EL QUE EL GUARDIAN LE PROPONE ESTO A LA JOVEN, ESTA EXPERIMENTA SENTIMIENTOS ENCONTRADOS, YA QUE POR UN LADO SE SENTIA COMPROMETIDA POR TAL PETICION, TAMBIEN SE SENTIA HONRADA PORQ ESE GUARDIAN FORMABA PART DEL GRUPO QUE SALVO AL MUNDO. DESPUES DE MEDITARLO, DECIDE ACEPTAR TENER UN HIJO CON EL “PERRO SAGRADO”.

CON EL PASO DEL TIEMPO, LA JOVEN DIO A LUZ A SU ANHELADO HIJO, PERO NO ERA UN NIÑO NORMAL, NO ERA NI BESTIA NI HUMANO, ERA UNA COMBINACION DE AMBAS. ELLA ESTABA CONSIENTE DE QUE EL ERA DIFERENTE A LOS DEMAS PERO AL FIN DE CUENTAS ERA SU HIJO.

SIN EMBARGO NO TODOS PENSABAN DE LA MISMA FORMA, POR UN LADO EN LA ALDEAN LE TEMIAN, YA QUE PENSABAN QUE PODIAN LASTIMARLOS, Y LAS BESTIAS NO LO CONSIDERABAN DIGNO, YA QUE NO ENIA SANGRE PURA. EL NIÑO ESTABA CONSIENE DE SU CONDICION PERO SE SENTIA PROTEGIDO X SU MADRE, QUIEN LO AMABA. PERO NO TODO ES PARA SIEMPRE, YA QUE AL PASAR LOA AÑOS SU MADRE FALLECIO.

PERO ESTE ACONTECIMIENTO FUE EL PREIMERO QUE MARCARIA UNA VIDA LLENA DE DOLOR Y TEMOR, YA QUE UNO DE SUS HERMANOS, EL MAYOR QUE ERA UN MOSNTRUO DE SANGRE PURA DECIDIO ACABAR CON SUS HERMANOS QUE EL CONSIDERABA BASTARDOS. DESPUES DE TERMINAR CON LA VIDA DEL HERMANO PEQUEÑO FUE EN BUSQUEDA DEL HIBRIDO CON LA INTENCION DE MATARLO, SIN EMBARGO EL HIBRIDO SE DIRIGIO A LA TUMBA DE SU PADREE HIZO UNA ESPADA CON UNO DE LOS COLMILLOS DE SU PADRE PARA PROTEGERSE DE SU HERMANO.


EL HIBRIDO PUDO ENFRENTARSE A SU HERMANO PERO AMBOS QUEDARON MUY LASTIMADOS, LLEGANDO A QUEDAR INCONSIENTES.

PERO POR ARTE DE MAGIA, EL HERMANO AL DESPERTAR TENIA FORMA DE HUMANO. EL HIBRIDO CON SU NUEVA APARIENCIA FUE DESCUBIERTO POR UNA BELLA CHICA, CON QUIEN SE DIO EL AMOR A PRIMERA VISTA, DICHO FLECHAZO FUE TAN FUERTE QUE SIN PENSARLO MUCHO DECIDIERON CASARSE Y JURARSE AMOR ETERNO.

PERO LA FELICIDAD DEL HIBRIDO FUE MINADA POR EL MISMO, YA QUE DIAS DSPUES DE LA BODA DECIDIO LLEVARLA AL BOSQUE PARA MOSTRARSE TAL COMO ERA, MITAD DEMONIO Y MITAD HUMANO. SIN EMBARGO LAS COSAS NO SALIERON COMO EL ESPERABA, YA QUE SU ESPOSA AL VER SU VERDADERA APARIENCIA, NO SUPO QUE HACER A PRIMERA INSTANCIA, PERO DESPUES LLENA DE TEMOR Y HORROR, TOMO UNA ESTACA Y LA CLAVO EN EL CORAZON DE SU AMADO, DEJANDOLO UNIDO AL ROBLE MAS GRANDE DEL LUGAR. DESPUES DE TAN ABERRANTE SITUACION, LA MUJER SE QUITO LA VIDA, CON LA FIRME IDEA DE QUE CUANDO LLEGASEN A REENCARNAR, SE ENCONTRARIAN DE NUEVO Y SERIAN FELICES.

Y SI CREES QUE ESTO ES TRAGICO, AUN HAY MAS TRISTEZA, YA QUE LA MUJER IGNORABA QUE EL ALMA DE ESA CRIATURA HABIA SIDO SELLADA JUNTO CON SU CUERPO AL ARBOL, POR LO QUE NUNCA PUDIERON ESTRA JUNTOS OTRA VEZ.

En los árboles del huerto

En los árboles del huerto
hay un ruiseñor:
Canta de noche y de día
canta a la luna y al sol.

Ronco de cantar
al huerto vendrá la niña
y una rosa cortará.

Entre las negras encinas
hay una fuente de piedra
y un cantarillo de barro
que nunca se llena.
Por el encinar
con la luna blanca
ella volverá.

ANTONIO MACHADO

Poema del árbol

Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento…

Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.

Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.

Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.

Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.

No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
Soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.

Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde…

Antonio Machado

Fábula de los pájaros sin árbol

Un hombre necio renegaba de un árbol de su patio que no daba frutos agradables ni comestibles. Le contrariaba que todos sus vecinos tuvieran en sus parcelas árboles de exquisitos frutos y no él.

Un día decidió cortar el árbol con un hacha, argumentando que aquél no servía para nada. Cuando dio el primer hachazo, volaron todos los pájaros que anidaban en sus ramas. Entonces el árbol le habló suplicante:

“No me cortes. Debes de saber que mis frutos, aunque no te gusten, son el alimento de muchos pájaros que viven en mis ramas. No puedes exigir al cardo que te dé uvas, ni al hombre amargado que dé amor, ni al tonto que sea inteligente. Acepta al mundo tal cual es...”

¡Creo que ya es muy tarde!, contestó consternado el hachador por lo que había hecho. Te he dado un golpe mortal. El árbol cayó, y con él, todos sus sueños y sus nidos.

Después de aquello, los pájaros ya no volvieron. El hombre necio descubrió que su corazón era como aquel árbol que su hacha acababa de derribar. Entonces lloró de arrepentimiento, de haber cortado su propio corazón.

Desde entonces en la llanura crecen árboles sin pájaros, como en el alma sueños sin alas, humanos árboles sin frutos ni amor...

Carlos Balaguer

El Anciano y los tres Jóvenes

Hallábase plantando árboles un viejo de ochenta años. Y tres jovenzuelos de la vecindad le decían:

-¡Pase que construyera una choza; pero plantar a esta edad! Porque, en nombre de los dioses, ¿podéis decirnos qué fruto esperáis recoger de vuestro trabajo? ¡Tendríais que vivir tanto como un patriarca! ¿Para qué cargáis lo que os resta de vida con los cuidados de un mañana que no veréis? Ya no debéis meditar sino en vuestros yerros pasados. Abandonad las esperanzas ambiciosas y los vastos pensamientos. Nada de esto os conviene.

-Es a vosotros a quien esto no conviene- replicó el anciano-. Toda humana empresas viene tarde y dura poco. La mano de las pálidas Parcas se ríe de vuestros días y de los míos. Iguales por su brevedad son nuestras vidas. ¿Quién gozará de nosotros las últimas luces de la bóveda azul? ¿Hay algún momento en que podáis contar con el minuto siguiente? Mis tataranietos me agradecerán esta sombra. ¿Es que podéis prohibir al hombre cuerdo que se tome fatigas por el placer ajeno? He aquí un fruto del que gozo hoy, del que podré gozar mañana y muchos días aún. En fin, todavía podré contar la aurora más de una vez sobre vuestras tumbas.

El anciano tuvo razón. Uno de los tres jovenzuelos se ahogó en el mismo puerto al partir para América; el segundo, ansioso de alcanzar las grandes dignidades, halló en el empleo de Marte un golpe imprevisto que le arrebató sus días; el tercero, cayó de un árbol cuando se hallaba podándolo. Y el anciano, luego de llorar a los tres, grabó en su mármol lo que acabo de contaros.


La Fontaine

Las metamorfosis de Piktor

El joven Piktor ha entrado en el Paraíso y se encuentra frente a un árbol que es a la vez hombre y mujer. Con veneración lo mira y le pregunta: “¿Eres tú acaso el Árbol de la Vida?” Pero cuando, en lugar del árbol, le responde la Serpiente, Piktor se vuelve para continuar su camino. Contempla todo con atención y todo le encanta en el Paraíso. Claramente presiente que se halla en el origen, en la fuente de la vida. Ve otro árbol, que es ahora al mismo tiempo Sol y Luna. Y Piktor le pregunta: “¿Eres acaso tú el Árbol de la Vida?” El Sol lo confirmó riendo; la Luna, con una sonrisa.

Flores maravillosas le contemplaron, flores de variados colores, flores que tenían ojos y caras. Algunas reían ampliamente, otras casquivanas; algunas ni se movían ni reían, permanecían mudas, ebrias, hundidas en sí mismas, envueltas en su propio perfume, como sofocadas. Una flor le cantó la canción de las lilas; otra, una canción de cuna azul oscura. Una flor tenía los ojos como un zafiro duro; otra le recordó su primer amor; otra, el color del jardín de su niñez, la voz de su madre y su perfume. Esta se rió, aquélla le sacó la lengua, una lengüita curva, rosada, que se le aproximó. Piktor extendió la suya para tocarla. Le encontró un sabor agrio y salvaje, a racimo y a miel y también como al beso de una mujer.

Aquí, entre todas estas flores, Piktor se sintió henchido de nostalgia y temeroso. Su corazón latió fuerte, como una campana, quemándose, tendiendo hacia algo desconocido.

Piktor vio ahora un pájaro reclinado en el pasto, refulgiendo de tal suerte que parecía poseer todos los colores.

Y Piktor le preguntó: - ¡Oh pájaro! ¿Dónde se encuentra la felicidad?- ¿La felicidad? Se encuentra en todas partes: en la montaña y en el valle, en la flor y en el cristal.El pájaro sacudió alegre sus plumas, movió el cuello, agitó la cola, guiñó un ojo y se quedó inmóvil sobre el pasto. Repentinamente se había transformado en una flor, las plumas eran hojas, las patas raíces. Piktor lo contempló maravillado.

Pero casi enseguida, la flor-pájaro movió sus hojas; se había cansado de ser flor y ya no tenía más raíces. Proyectándose lánguidamente hacia arriba, se transformaba en mariposa, meciéndose sin peso, toda luz.

Piktor se maravillaba aún más. El alegre pájaro-flor-mariposa voló en círculos en torno de él, brillando como el sol; se deslizó hacia la tierra y, como un copo de nieve, quedóse allí, junto a los pies de Piktor. Respiró, tembló un poco con sus alas luminosas y, de inmediato, se transformó en cristal, de cuyos cantos irradiaba una luz rojiza. Maravillosamente brilló entre la hierba, como campanas que tocan para una fiesta.

Así brilló la joya.

Mas parecía ya que su fin se acercaba, que la tierra la atraía, y la piedra preciosa fue disminuyendo con rapidez, como si quisiera hundirse bajo la hierba.

Entonces Piktor, llevado por un deseo imperioso, tomó la joya entre sus manos y la retuvo. Con fervor miró su luz mágica; traspasaba su corazón una añoranza por todas las venturas.

Fue en ese instante que de la rama de un árbol muerto se deslizó la Serpiente y le susurró al oído: “La joya se transforma en lo que tú quieras. Comunícale rápido tu deseo, antes que sea tarde”.

Piktor temió perder la oportunidad de alcanzar su felicidad. Con premura dijo la secreta palabra.

Y se transformó en un árbol. Porque árbol era lo que Piktor siempre había añorado ser. Porque los árboles están llenos de calma, fuerza y dignidad.

Creció hundiendo sus raíces en la tierra y extendiendo su copa hacia el cielo. Hojas y ramas nuevas surgieron de su tronco. Era feliz con ello. Sus raíces sedientas absorbieron el agua de la tierra, mientras las hojas se mecían en el azul del cielo. Insectos vivían en su corteza y a sus pies se cobijaron las liebres y el puerco espín.

En el Paraíso, alrededor suyo, la mayoría de los seres y las cosas se transformaban en la corriente hechizada de las metamorfosis. Vio fieras que se cambiaron en piedras preciosas o que partieron volando como pájaros radiantes. Junto a sí, varios árboles desaparecieron de improviso; se habían vuelto vertientes; uno se hizo cocodrilo, otro se fue nadando, lleno de gozo, transformado en pez. Nuevas formas, nuevos juegos. Elefantes trasmutaron sus vestidos en rocas, jirafas se convirtieron en monstruosas flores.

Pero él, el Árbol-Piktor, siempre se quedó igual; no podía transformarse más.

Desde que se dio cuenta de ello, desapareció su felicidad y, poco a poco, comenzó a envejecer, tomando el aspecto cansado, serio y ausente que se puede observar en muchos árboles antiguos.

También los caballos y los pájaros, también los seres humanos y todas aquellas criaturas que han perdido el don de la renovación, se descomponen con el tiempo, pierden su belleza, se llenan de tristeza y preocupación.

Una vez, una niña muy joven se perdió en el Paraíso. Su pelo era rubio y su traje, azul. Cantando y bailando, llegó junto al Árbol-Piktor. Más de un mono inteligente se rió destemplado detrás de ella; más de un arbusto le rozó el cuerpo con sus ramas; más de un árbol le arrojó una flor o una manzana, sin que ella lo notase. Y cuando el Árbol-Piktor vio a la niña, fue presa de una desconocida nostalgia, de un inmenso deseo de felicidad. Sentía como si su propia sangre le gritara: “¡Reflexiona, recuerda hoy toda tu vida, descubre su sentido! Si no lo haces, será ya tarde y nunca más vendrá la felicidad.”

Y Piktor obedeció. Recordó su pasado, sus años de hombre, su partida hacia el Paraíso y, en especial, aquel momento que precedió a su transformación en árbol, aquel maravilloso instante cuando aprisionara la joya mágica entre sus manos. En aquel entonces, como todas las metamorfosis le eran posibles, la vida latía poderosamente dentro de él. Se acordó del pájaro que había reído y del árbol Sol y Luna. Le pareció descubrir que entonces olvidó algo, dejó de hacer alguna cosa y que el consejo de la Serpiente le había sido fatal.

La niña escuchó el ulular de las hojas del Árbol-Piktor, moviéndose en marejadas. Miró a lo alto y sintió como un dolor en el corazón. Pensamientos, deseos y sueños desconocidos se agitaron en su interior. Atraída por estas fuerzas, se sentó a la sombra de las ramas. Creyó intuir que el árbol era solitario y triste, al mismo tiempo que emocionante y noble en su total aislamiento. Embriagadora sonaba la canción de los murmullos en su copa. La niña se reclinó sobre el tronco áspero, sintió como se conmovía y un estremecimiento igual la recorrió. Sobre el cielo de su alma cruzaron nubes. Lentamente cayeron de sus ojos lágrimas pesadas. ¿Qué era esto? ¿Por qué el corazón deseaba hasta casi romper el pecho, tendiendo hacia un más allá, hacia aquél, el bello solitario?

El Árbol-Piktor tembló hasta sus raíces, con vehemencia acumuló todas las fuerzas de su vida, dirigiéndolas hacia la niña en un deseo de unirse a ella para siempre. ¡Ay, que se había dejado engañar por la Serpiente y era ahora sólo un árbol! ¡Qué ciego y necio había sido! ¿Tan extraño para él fue el secreto de la vida? ¡No, porque algo había presentido oscuramente entonces! Y con enorme tristeza recordó al árbol que era hombre y mujer.

Entonces un pájaro se aproximó volando en círculos, un pájaro rojo y verde. La niña lo vio llegar. Algo cayó de su pico. Luminoso como un rayo, rojo como la sangre o como una brasa, precipitándose en la hierba, iluminándola. La niña se inclinó para recogerlo. Era un carbúnculo, una piedra preciosa.

Apenas tomó la piedra en sus manos, cumplióse el deseo del cual su corazón hallábase colmado. Extasiada, fundióse e hízose una con el árbol, transformándose en una fuerte rama nueva, que creció con rapidez hacia los cielos.

Ahora todo era perfecto y el mundo estaba en orden. Únicamente en este instante se había hallado el Paraíso. Piktor ya no era más un árbol viejo y preocupado. Y Piktor cantó fuerte, en voz alta: “¡Piktoria! ¡Victoria!” Se había transformado, pero alcanzando la verdad en la eterna metamorfosis; porque de un medio se había cambiado en un entero. De ahora en adelante podría transformarse tanto como lo deseara. Para siempre deslizóse por su sangre la corriente hechizada de la Creación, tomando así parte, eternamente, en la creación que a cada instante se renueva. Fue venado, pez, hombre y serpiente, nube y pájaro; pero en cada forma se hallaba entero, en cada imagen era una pareja, dentro de sí tenía al Sol y a la Luna, era hombre y era mujer. Como río gemelo deslizábase por los países; como estrella doble, en el alto cielo.

Hermann Hesse

miércoles, 12 de mayo de 2010

El árbol del vampiro

Cuenta una de las leyendas del Panteon de Belen que hubo un vampiro que se alimentaba de la sangre de los tapatíos. Todo empezó cuando encontraban pequeños animales en la ciudad sin una gota de sangre.

Después encontraron niños muertos y lo peor sin sangre. Pánico reinaba en las calles al caer la noche. La gente no salía al oscurecer y se quedaban en sus casas rezando por sus vidas.

Hubo unas personas que estaban cansadas de esta situación y se armaron de valor para acabar con la amenaza nocturna. Después de seguir la pista del Vampiro lo emboscaron. La misma noche le pusieron una estaca de madera en el corazón que la causo la muerte.

Al día siguiente la comunidad lo sepulto y pusieron lapidas grandes sobre el cuerpo, con la esperanza de que no surgiera otra vez por la noche.

Después de muchos meses las lapidas fueron quebrantadas. Y un árbol salio de la tumba del Vampiro. Ese árbol todavía existe en el panteón y se cree que nació de la estaca que fue clavada en el corazón del Vampiro. Cuando la gente cortaba pequeños pedazos del árbol este sangraba. La sangre provenía de las victimas del Vampiro.

Durante la noche se dice que puedes ver las caras de las victimas reflejadas en el árbol. Este árbol parece que esta encantado y una de las leyendas del Panteon de Belen mas popular.

La gente dice que deben tener vivo el árbol por que cuando el árbol muera el Vampiro regresara. Actualmente, el árbol del Vampiro es protegido con un cancel por que mucha gente acostumbraba a trozar el tronco para ver si salía sangre y por ende el árbol se estaba secando. El árbol esta en buenas condiciones y mientras el árbol viva la leyenda vivirá.

La leyenda de los árboles

Había en lo alto de la montaña tres árboles jóvenes, que soñaban con frecuencia, que serían cuando fuesen mayores.
-El primero de ellos mirando a las estrellas, dijo: Yo quiero ser el cofre más valioso del mundo, lleno tesoros.

-El segundo mirando al río suspiró: Yo quiero ser un barco, para cruzar el océano y llevar a reyes y a reinas.

-El tercero mirando hacia el valle añadió: Yo solo quiero ser árbol. Quiero quedarme en lo alto de la montaña y crecer tanto que cuando miren hacia aquí, las personas levanten sus ojos y piensen en Dios.

Pasaron muchos años y un buen día vinieron los humanos y cortaron los árboles, que estaban tan ansiosos por hacer realidad sus sueños. Pero los leñadores, no acostumbran a escuchar ni a perder el tiempo con sueños. El primer árbol, fue vendido y acabó transformado en un carro de animales, para transportar estiércol.

Del segundo árbol, se hizo un sencillo barco de pesca, que cargaba personas y peces todos los días. El tercer árbol, fue troceado en tablones y apilado en un almacén municipal de suministros.

Decepcionados y tristes al verse así unos y otros se preguntaban:

Porqué esto ¿Para que estamos aquí? Se acabaron los sueños.

Pero una noche, llena de luz y de estrellas, una joven mujer colocó a su bebé recién nacido, sobre el carro de animales. Y de repente el primer árbol, se dio cuenta de que llevaba sobre sí, el mayor tesoro del mundo.

El segundo árbol, acabó un día transportando a un hombre que terminó durmiendo en su seno; cuando se levanto la tempestad y quiso hundir la barca, aquel hombre se irguió y dijo: Paz. En aquel instante, el segundo árbol comprendió, que estaba llevando al rey de cielo y tierra.

Años mas tarde, a la hora de sexta, el tercer árbol se estremeció cuando los tablones fueron unidos en forma de cruz y un hombre fue clavado en ellos. Por unos instantes se vio indigno y cruel. Pero cuando amaneció el domingo, el mundo se llenó de inmensa alegría. Y el tercer árbol comprendió, que en él habían colgado a un hombre salvación para el mundo y que al mirar el árbol de la cruz, las personas se sentirían infinitamente amadas por Dios y por su Hijo.

Aquellos árboles, habían abrigado sueños y deseos; pero la realidad había sido mil veces, más hermosa de lo que jamás, habían podido imaginar.

Autor: (M. Mckenna)

La soberbia del árbol

Dicen que hace muchísimo tiempo a los árboles no se les caían las hojas.


Y sucedió que un anciano iba vagando por el mundo desde joven, pues su propósito era conocerlo todo. Al final estaba muy pero que muy cansado de subir y bajar montañas, atravesar ríos, praderas, bosques, y andar y andar. De manera que decidió subir a la más alta montaña del mundo, desde donde, quizás, podría verlo y conocerlo todo antes de morir. Lo malo es que la montaña era tan alta, que para llegar a la cumbre había que atravesar las nubes y subir más alto que ellas. Tan alta que casi podía tocar la luna con la mano extendida.

Pero al llegar a lo más alto, comprobó que sólo podía distinguir un mar de nubes por debajo de él y no el mundo que deseaba conocer. Resignado, decidió descansar un poco antes de continuar con su viaje. Siguió andando hasta que encontró un árbol gigantesco. Al sentarse a su gran sombra, no pudo menos que exclamar:

—¡Los dioses deben protegerte, pues ni la ventisca ni el huracán han podido abatir tu grandioso tronco ni arrancar una sola de tus hojas!

—Ni mucho menos, —contestó el árbol sacudiendo sus ramas con altivez y produciendo un gran escándalo con el sonido de sus hojas—, el maligno viento no es amigo de nadie, ni perdona a nadie, lo que ocurre es que yo soy más fuerte y hermoso. El viento se detiene asustado ante mí, no sea que me enfade con él y lo castigue, sabe bien que nada puede contra mí.

El anciano se levantó y se marchó, indignado de que algo tan bello pudiese ser tan necio como lo era ese árbol. Al rato, el cielo se oscureció y la tierra parecía temblar. Apareció el viento en persona:

—¿Qué tal, arbolito? —rugió el viento—, así que no soy lo bastante potente para ti, y te tengo miedo? ¡Ja, ja, ja!

Al sonido de su risa, todos los arboles del bosque se inclinaron atemorizados.

—Has de saber que si hasta ahora te he dejado en paz ha sido porque das sombra y cobijo al caminante, ¿no lo sabías?

—No, no lo sabía.

—Pues mañana a la luz del sol tendrás tu castigo, para que todos vean lo que les ocurre a los soberbios, ingratos y necios.

—Perdón, ten piedad, no lo haré más.

—¡Ja, ja, ja, de eso estoy seguro, ja, ja ja!

Mientras transcurría la noche, el árbol meditaba sobre la terrible venganza del viento. Hasta que se le ocurrió un remedio que quizás le permitiese sobrevivir a la cólera del viento. Se despojó de todas sus hojas y flores, de manera que, a la salida del sol, en vez de un árbol magnífico, rey de los bosques, el viento encontró un miserable tronco, mutilado y desnudo. Al verlo, el viento se echó a reir. Cuando pudo parar de reír, le dijo así al árbol:

—En verdad que ahora ofreces un espectáculo triste y grotesco. Yo no hubiese sido tan cruel, qué mayor venganza para el orgullo que la que tu mismo te has infligido. De ahora en adelante, todos los años tú y tus descendientes, que no quisisteis inclinaros ante mí, recuperaréis este aspecto, para que nunca olvidéis que no se debe ser necio y orgulloso.

Por eso los descendientes de aquel antiguo árbol pierden las hojas en otoño. Para que nunca olviden que nada es más fuerte que el viento.

Leyenda tibetana

Árbol de la historia

Una historia Chaga cuenta que una muchacha un día salió con sus amigos a recoger hierba. Vió un lugar donde crecía de manera muy abundante, pero cuando puso su pie allí se hundió en seguida en el barro. Sus amigos intentaron sujetarle con sus manos pero ella continuaba hundiéndose más profundamente en el barro hasta que desapareció completamente. Sus amigas fueron a decírselo a los padres y estos pidieron ayuda a los vecinos y todos fueron al cenagal. Aquí un adivino aconsejó que se sacrificaran una vaca y una oveja. Cuando esto hicieron comenzaron a oir la voz de la muchacha, pero pasado un tiempo la voz fue oyéndose más lejana hasta que acabó por quedar callada. Más tarde, en el lugar en el que la muchacha se hundió comenzó a crecer un árbol que poco a poco llegó a tocar el cielo. El árbol servía de cobijo a los jóvenes que cuidaban el ganado cerca de él y cuando el sol calentaban se resguardaban bajo sus ramas . Un día dos muchachos subieron al árbol y llamaron a sus compañeros dicíéndoles que estaban en un mundo anterior. Nunca más volvieron. Desde entonces, el árbol es conocido como el Arbol de la Historia.

Árboles hombres

Ayer tarde,

volvía yo con las nubes
que entraban bajos rosales
(grande ternura redonda)
entre los troncos constantes.

La soledad era eterna
y el silencio inacabable.
Me detuve como un árbol
y oí hablar a los árboles.

El pájaro solo huía
de tan secreto paraje,
sólo yo podía estar
entre las rosas finales.

Yo no quería volver
en mí, por miedo de darles
disgusto de árbol distinto
a los árboles iguales.

Los árboles se olvidaron,
de mi forma de hombre errante,
y, con mi forma olvidada,
oía hablar a los árboles.

Me retardé hasta la estrella.
En vuelo de luz suave,
fui saliéndome a la orilla,
con la luna ya en el aire.

Cuando yo ya me salía,
vi a los árboles mirarme.
Se daban cuenta de todo
y me apenaba dejarles.

Y yo los oía hablar,
entre el nublado de nácares,
con blando rumor, de mí.
Y ¿cómo desengañarles?

¿Cómo decirles que no,
que yo era sólo el pasante,
que no me hablaran a mí?
No quería traicionarles.

Y ya muy tarde, ayer tarde,
oí hablarme a los árboles.

Juan Ramón Jimenez

Fábula de los pájaros sin árbol

Un hombre necio renegaba de un árbol de su patio que no daba frutos agradables ni comestibles. Le contrariaba que todos sus vecinos tuvieran en sus parcelas árboles de exquisitos frutos y no él.


Un día decidió cortar el árbol con un hacha, argumentando que aquél no servía para nada. Cuando dio el primer hachazo, volaron todos los pájaros que anidaban en sus ramas. Entonces el árbol le habló suplicante:

“No me cortes. Debes de saber que mis frutos, aunque no te gusten, son el alimento de muchos pájaros que viven en mis ramas. No puedes exigir al cardo que te dé uvas, ni al hombre amargado que dé amor, ni al tonto que sea inteligente. Acepta al mundo tal cual es...”

¡Creo que ya es muy tarde!, contestó consternado el hachador por lo que había hecho. Te he dado un golpe mortal. El árbol cayó, y con él, todos sus sueños y sus nidos.

Después de aquello, los pájaros ya no volvieron. El hombre necio descubrió que su corazón era como aquel árbol que su hacha acababa de derribar. Entonces lloró de arrepentimiento, de haber cortado su propio corazón.

Desde entonces en la llanura crecen árboles sin pájaros, como en el alma sueños sin alas, humanos árboles sin frutos ni amor...

martes, 11 de mayo de 2010

Los árboles

Los árboles ya comienzan a brotar
como algo casi a punto de ser dicho;
los nuevos tallos descansan y se propagan,
su verdor es una especie de tristeza.

¿Se trata de que ellos nacen nuevamente

y nosotros nos hacemos más viejos. No, ellos también mueren.

Su truco anual de lucir nuevos
se inscribe en sus fibras en anillos.
Sin embargo, los incansables castillos desgranan
su gruesa madurez cada primavera.

Ha muerto el último año, parecen decir,
mencemos otra vez, otra vez, otra vez.

Philip Larkin

Árbol de invierno,otoño y primavera

Ya es otoño, y apenas quedan hojas en el árbol,

ese árbol que observo día a día

y absorta admiro tras una ventana.

Yo comparto su vida y él la mía,

nos lo contamos todo con miradas

y nuestras almas envuelve una magia.

Árbol de otoño, invierno y primavera.

Y esas pequeñas chispas que aún habitan,

pequeños hijos que aún no se han caído,

me susurran palabras al oído

y me cuentan su miedo a la muerte,

a separarse de la madre así, tan niños.

Mas yo les tranquilizo y duermo con mis ojos,

les canto nanas desde una ventana

y ellos me lo agradecen con sonrisas.

Así, juntos creamos un lenguaje,

un lenguaje alejado de la urbe,

nuestra propia poesía recreamos.

Árbol de invierno, otoño y primavera.

Nos quedan varios días, varias horas,

varios hijos aún para que nazcan,

varios versos por componer nos quedan.

El leñador y el bosque

Un leñador, talando árboles del bosque, no daba descanso a sus brazos. De su empeño no escapaban abetos ni encinas, hasta que se rompió el mango de su hacha.

- ¡Oh, dioses, por fin habrá paz y tranquilidad en mi mundo! -

exclamó el bosque. Transcurridos los días, el leñador, humildemente, rogó a la floresta:

- Déjame tomar una rama de este abeto para mango de mi hacha, y te prometo irme a otro bosque.

Pero tan pronto el leñador tuvo lista su hacha, comenzó a destrozar a sus bienhechores.

- ¿Es así como agradeces el bien que te hice? -

dijo adolorido el bosque -

Has trocado el favor en instrumento de exterminio.

Interpretación

Leñadores sin control son mortales para bosques - o: dictadores sin control son mortales para la gente.

Esopo

La caña y el roble

El viento soplaba en grandes ráfagas. Las espigas de trigo se tendían bajo los golpes de la borrasca. Los esbeltos árboles de la selva se inclinaban humildemente, y los animales corrían en busca de refugio. El estruendo del viento cantaba entre las copas de los árboles, fustigaba la superficie del estanque de los lirios, trocándola en espuma, y daba vueltas a las anchas y lisas hojas de las plantas acuáticas.

Pero el viejo roble seguía erguido c inmutable en el linde del bosque y no se doblaba bajo la furia de la tormenta.

—¿Por que no te inclinas cuando el viento golpea tus ramas9 —preguntó la esbelta caña—. Yo sólo soy una frágil caña. Me balanceo con cada ráfaga.

Desdeñosamente, el roble replicó:

—¡Bah, eso no es nada! Las tormentas que he soportado y vencido son innumerables.

La tormenta lo oyó y sopló furiosamente. El luminoso zigzag de un relámpago rasgó la oscuridad del cielo, y la lluvia azotó con fuerza el ramaje del poderoso roble. Pero el árbol resistió impasible.

Por fin, pasó la tempestad, asomó el sol por encima de una nube, sonrió a la Tierra que estaba allá abajo y volvió a reinar !a calma.

Entonces, salieron del claro los leñadores, blandiendo sus hachas v cantando alegremente. Iban a talar el gigantesco roble.

Éste se mantuvo erguido con firmeza, recibiendo valerosamente los golpes, cuando la filosa hoja del hacha lo hería. Luego, al balancearse su enorme tronco, profirió un terrible gemido y se desplomó con estruendo atronador. Los leñadores le cortaron las ramas, lo ataron y se lo llevaron del bosque, donde había estado en pie durante tantos años.

La esbelta caña, firme y erecta en su sitio, suspiró con lástima.

—¡Qué desgracia! —exclamó—. ¡Pobre roble! ¡Éramos tan buenos amigos!

El árbol del mundo

Otro de los mitos cosmogónicos que se relacionan con árboles es relatado por la mitología escandinava y corresponde al Árbol del Mundo, representado por un fresno sagrado (Yggdrasill).

Yggdrasill era un árbol eternamente verde; estaba situado en el punto central de la Tierra y era la senda y escalera entre las tres regiones cósmicas del cielo, la tierra y la ultratumba. Bajo sus raíces se encontraban los mundos de los humanos, los gnomos y los gigantes.

A continuación se transcribe el relato de un mito teutónico sobre el nacimiento y el aspecto del gran fresno sagrado:


"Del suelo brotó Yggdrasill, el gran fresno, cuyas poderosas ramas separaban los cielos de la tierra y cuyo tronco constituía el eje del Universo."
De hecho, en algunas leyendas, Yggdrasill es el mundo mismo.

"Nadie podría narrar su grandeza. Sus raíces se hincan en las profundidades, más allá de las raíces de las montañas y sus perennes hojas atrapan las estrellas fugaces según pasan.

Tres son sus raíces. La primera llega hasta Niflheim, tierra de las sombras o infierno y toca la fuente Hvergelmir de donde manan los doce ríos de la región del norte."

La segunda entra en la tierra de los gigantes helados y bebe de la fuente de Mimir, fuente de toda sabiduría.

La tercera se extiende por los cielos donde discurre la fuente de Urd, el más sabio de los nornos, extrañas criaturas que juzgan el destino de todos los seres.

Muchas fuerzas atacan al sagrado fresno. Cuatro ciervos mordisquean los nuevos brotes antes de que reverdezcan. El corcel de Odín, Sleipnir, pace en su follaje. La cabra Heidrun se alimenta de sus hojas.

Lo peor de todo es la serpiente Nidhogg, un enorme monstruo que roe incesantemente sus raíces. Solamente el amor de los Nornos lo mantiene en buen estado. Día a día cogen agua de la fuente de Urd y la vierten en Yggdrasill para mantenerlo floreciente."

En este fresno estuvo suspendido Odín durante sus nueve días iniciáticos y es donde, a través de su muerte y resurrección, llegó a vislumbrar los caracteres rúnicos y consiguió alcanzar la sabiduría contenida en las Runas mágicas.

El árbol del consejo

lEn las tierras de los cuparamango, los días se deslizaban despacio por la pendiente del tiempo, dejando vivir, dejando hacer, discurriendo perezosos bajo la sombra del yaoyao, el árbol del consejo. Era el yaoyao toda una institución en el pueblo de los cuparamango, más importante aún que la del hechicero y más antigua incluso que la del contador de dedos.

El yaoyao se limitaba a crecer, dando sombra y consejos a aquellos que los necesitaban. Reconfortaba a los viejos a los que ya les quedaban más recuerdos que tiempo para contarlos, resguardaba a las jóvenes parejas de los ojos de sus mayores, ofreciéndoles un rincón donde prodigarse caricias y juramentos, aconsejaba al Grupo de los Once Hombres cuándo y qué plantar, qué cosechas vendrían buenas o qué noticias traían los pájaros que anunciaban las crecidas del río. Mientras, las jóvenes madres cuparamango llevaban a sus hijos a jugar al pie del yaoyao, suspirando al darse cuenta del corto tiempo transcurrido desde que ellas mismas eran las que jugaban a subirse a las ramas más bajas del árbol. El yaoyao a todos cuidaba, a todos escuchaba.

Una mañana, las aves de cola plateada trajeron inquietantes noticias procedentes del cauce alto del río. Allá arriba se había establecido un grupo de hombres, unos hombres que devoraban la tierra, cortaban los árboles y exterminaban sin piedad a los animales.

"Bueno", les tranquilizó el yaoyao, "un asentamiento nuevo siempre necesita un periodo de adaptación. Dejemos que pase el tiempo para que encuentren su lugar en esta tierra".

Pero el tiempo, como de costumbre, no arreglaba nada. Día tras día llegaban nuevas noticias de la crueldad sin límites de los hombres nuevos, del ensañamiento con el que atacaban a todo lo vivo y, aunque aún estaban muy lejos, de la rapidez con la que extendían sus territorios. El yaoyao conoció la preocupación por primera vez en su larga existencia.

Algo había que hacer. Y también por primera vez, el que todo lo escucha y todos lo sabe, decidió pedir ayuda a los hombres.

No resultó sencillo. En su primer intento, los hombres entendieron que el yaoyao les pedía adelantar la fiesta de los peces bigotudos. Ansiosos por complacerle, la gran fiesta tuvo lugar y aún hoy, es una de las más célebres que se recuerdan.
El yaoyao comprendió que aquella situación era demasiado nueva para los hombres y que les costaría entender. ¿Cómo hacerles ves que él, el inmutable, el sabio, necesitaba de ellos, tan pequeños y tan frágiles?

Les habló entonces de la naturaleza, de los animales, de las aguas del río, de la paz, de la belleza de cada rincón... Su mensaje estaba cargado de poesía y buenas intenciones, de cantos de pájaros y aroma de flores. Pero nadie lo entendió y el hechicero tuvo que encerrarse en su cabaña durante tres días intentando descifrar las extrañas palabras del yaoyao. Transcurridos esos tres días, reunió al pueblo para hacerles el gran anuncio: el yaoyao exigía ser reconocido como el gran dios de los animales, los árboles y las cosechas y así se haría.

Los cuparamango se mostraron ilusionados ante la perspectiva de nombrar un dios en aquel pueblo donde nunca habían necesitado de ninguno y pusieron todos su empeño en que la ceremonia tuviera todo la pompa y el esplendor que requería tan señalada ocasión. Durante los días previos al nombramiento todo eran carreras, risas y consultas al hechicero sobre la mejor manera de agasajar a su árbol más querido. Los recolectores del pueblo remontaron el cauce del río y regresaron con sesenta y dos cestas de flores, gran cantidad de frutos y un par de monos del árbol del coco que trajeron como mascotas. Alguno reparó en que aquella parte del bosque se veía distinta, más pobre y más estéril, pero enfrascados como estaban con los preparativos de la gran fiesta, no tuvieron tiempo de pensar mucho en ello. Una semana duraron los festejos, más espectaculares y divertidos aún que el festejo de los peces bigotudos.

El yaoyao se desesperaba. Harto de que todos sus mensajes se malinterpretaran como invitaciones a hacer fiesta, dirigió un nuevo mensaje al pueblo. Esta vez fue mucho más duro. El yaoyao habló al corazón de cada hombre y cada mujer. Les habló de la muerte de árboles y animales a sólo una hora de camino río arriba. Les contó que de todas partes llegaban ahora desalentadoras noticias de destrucción y tierras quemadas. Fue su discurso más largo y más profundo que ningún otro ante y al terminar un denso silencio recorrió la aldea.

El yaoyao contemplaba expectante la reacción del pueblo. Uno a uno, todos los hombres fueron abandonando el círculo del consejo sin decir una palabra. Al parecer, esta vez había sido comprendido. Sin embargo, apenas una hora más tarde esos mismos hombres salían de sus chozas equipados para el combate, se despedían de sus mujeres e hijos y partían a hacer la guerra con el pueblo vecino de los manguaraníes. En nombre de Yaoyao, dios de todo lo viviente, los cuparamango arrasaron las tierras de los manguaraníes, regresando al pueblo con un botín de muerte, destrucción y piedras de ámbar.

El yaoyao, impotente, no quiso decir una palabra más y gruesas lágrimas de resina resbalaron por su tronco centenario. El yaoyao se moría. Sus hojas regaban el círculo del consejo, su corteza empalidecía y, aunque pasaban las semanas, el yaoyao seguía llorando lágrimas de incomprensión.

El pueblo, preocupado, acudió al hechicero. Su dios les reclamaba algo, aunque no supieran qué. Tal vez estaba enojado o triste por su culpa y debían remediarlo. Exigieron al hechicero que usara la raíz del letecuoro y buscara una solución. Nunca antes se le había pedido un esfuerzo tan grande, pero la ocasión así lo requería.

Todo el pueblo quiso estar presente en el ritual de la raíz del letecuoro. El hechicero y el contador de dedos se situaron en el centro del círculo del consejo, mientras el resto de la aldea entonaba cánticos. Todos se mantenían a la expectativa. Era aquél un raro espectáculo y sólo alguno de los más viejos lo había presenciado anteriormente. El yaoyao, en su melancolía, era espectador privilegiado, aunque ya apenas ponía atención. El contador de dedos acabó de preparar el brebaje y se lo ofreció al hechicero. La tensión llenaba el ambiente. El hechicero gozaba de una absoluta confianza entre los cuparamango, no en vano había sido elegido hacía ya muchos años entre más de doscientos aspirantes, todos ellos extraordinariamente capacitados. Haciendo honor a esta confianza, cayó con rapidez en un profundo letargo. Mientras tanto, el contador repasaba una y otra vez la cuenta de los dedos de pies y manos. Su tarea exigía que estuviera muy atento y no perdiera la concentración, porque su función era la de sacar al hechicero del trance en el mismo instante en que desapareciera el dedo medio de su pie derecho. Antes de que esto sucediera podría ocurrir que perdiera otros dedos de los pies o de las manos e incluso se contaba de una ocasión en que perdió una oreja, sin embargo el contador de dedos no debía dejarse impresionar por todas estas manifestaciones y despertar al hechicero sólo en el momento justo. Si lo hacía antes, el ritual sería inútil, si lo hacía después, el hechicero corría el riesgo de perder la vida.

La ceremonia fue decepcionante por lo breve, probablemente debido a las extraordinarias cualidades del hechicero. Éste no perdió ningún otro miembro, no hubo sangre, no hubo gritos ni convulsiones. El dedo medio de su pie derecho se limitó a empequeñecer poco a poco hasta desaparecer completamente. La ceremonia había concluido.

- Gran Dios YaoYao. He escuchado tus exigencias. Nosotros, tus hijos, agradecemos tu consejo y protección y haremos lo que nos pides. Mañana, al amanecer, la criatura más joven nacida en nuestro pueblo te será sacrificada.

El yaoyao, súbitamente espantado, no quiso seguir escuchando. Con gran esfuerzo, desenterró sus raíces del suelo y huyó despavorido del pueblo de los cuparamango. Nunca más se supo de él; tampoco del hechicero, que fue inmediatamente destituido y obligado a abandonar la aldea. Los cuparamango, ya sin dioses ni consejeros, siguieron con sus vidas tranquilas, hasta que un mal día, fueron atacados y convertidos en esclavos por unos hombres que llegaron desde el cauce alto del río.

Inma García

martes, 4 de mayo de 2010

El árbol de manzanas

Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de él. Trepaba al árbol hasta el tope y el le daba sombra. El amaba al árbol y el árbol amaba al niño.

Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol.
Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste:
"¿Vienes a jugar conmigo?" pero el muchacho contestó "Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos".
"Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero... Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera tú obtendrás el dinero para tus juguetes".
El muchacho se sintió muy feliz.
Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz.
Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.
Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó:
"¿Vienes a jugar conmigo?" "No tengo tiempo para jugar. Debo de trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos.
¿Puedes ayudarme?"... " Lo siento, pero no tengo una casa, pero...tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa".
El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario.

Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado. "Vienes a jugar conmigo? le preguntó el árbol. El hombre contestó "Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?". El árbol contestó: "Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz". El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo.
Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo: "Lo siento mucho, pero ya no tenga nada que darte ni siquiera manzanas". El hombre replicó "No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar...Por ahora ya estoy viejo".
Entonces el árbol con lágrimas en sus ojos le dijo, "Realmente no puedo darte nada.... la única cosa que me queda son mis raíces muertas". Y el hombre contestó: "Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar.
Estoy tan cansado después de tantos años". "Bueno,las viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven siéntate conmigo y descansa".
El hombre se sentó junto al árbol y este feliz y contento sonrió con lágrimas.
Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son nuestros padres. Cuando somos niños, los amamos y jugamos con papá y mamá...


Cuando crecemos los dejamos .....sólo regresamos a ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas... No importa lo que sea, ellos siempre están allí para darnos todo lo que puedan y hacernos felices. Tú puedes pensar que el muchacho es cruel contra el árbol, pero es así como nosotros tratamos a nuestros padres...
Valoremos a nuestros padres mientras los tengamos a nuestro lado y si ya no están, que la llama de su amor viva por siempre en tu corazón y su recuerdo te dé fuerza cuando estás cansado...
Anónimo

Los árboles que querían rey

Decididos un día los árboles a elegir un rey que los gobernara, dijeron al olivo:
- Reina en nosotros. Y el olivo contestó:
- ¿Renunciar yo al líquido aceite que tanto aprecian en mí los dioses y los hombres, para ir a reinar entre los árboles?
Y los árboles buscaron a la higuera pidiéndole:
- Ven a reinar entre nosotros.
Y la higuera respondió igualmente:
- ¿Renunciar yo a la dulzura de mis frutos para ir a reinar entre vosotros?
Entonces los árboles dijeron al espino:
- Ven a reinar en nosotros.
Y el espino respondió a los árboles:
- Si en verdad queréis ungirme para reinar entre vosotros, venid a poneros bajo mi amparo, o si no que surja el fuego de la espina y devore los cedros del Líbano!
Quien no tiene buenos frutos que dar, dará lo malo que tenga para sufrimiento de los que le rodean.

La fábula de tres cuentos que no se entendían

Eran tres cuentos, hijos del mismo padre cada uno tenia su historia y cada uno quería contarla primero para así ganar un premio.

El cuento número uno, que eran todos decía:- mi historia es la del leñador que por cortar los árboles sin sombra se quedo.
El cuento número dos, que era el número uno decía:- la mía, es de la princesa encantada que por andar soñando se quedo retrasada.
¡Ay!… el mejor de los cuentos gritaba el número tres, es el mío, porque de alguna manera es un resumen de los otros dos, es la lectura del pequeño labrador, que se durmió y mientras soñaba con labrar hectáreas de tierra, los pocos acres que poseía se quemaron , se secaron por falta de cuidados.
Entraban ellos en discusión, de cual de ellos seria el mejor cuando escucharon:
- “ no hay mejor no hay peor,” son las enseñanzas de la vida, de un mundo, donde cada cual debe coger su azadón y llevarlo por los caminos, recorrerlos, limpiarlos hasta llegar al árbol que da la sombra y descansar, en ese descanso soñar, para luego despertar y encontrar que una hermosa cosecha de la siembra recogerá.
- Hermosos tres cuentos cada uno une al otro, llevad vuestro hermoso mensaje al destino que os toque, no discutáis por eso, la enseñanza la lleváis de la mano, cada uno estirad la vuestra, uníos formareis la hermosa cadena llamada libertad.
Tres hermosos cuentos recorren llanuras, ríos, montañas, juegan, ríen y cuentan el cuento de tres hermosos cuentos.

Autora: Esperanza Soto.

El árbol del ahorcado

Un campesino acuciado por las deudas había estado pidiendo ayuda a sus vecinos y amigos, pero nadie se la daba, cuando la situación económica llegó a ser extrema, el hombre no vio otra salida que suicidarse ahorcandose en un árbol.


Cuando sus convecinos lo encontraron le ofrecieron las más honrosas pompas fúnebres que pudieron o consideraron que podían permitirse.
A partir de aquel día, fueron muchos los que al pasar junto al árbol volvían a ver a aquel campesino, con la soga al cuello, y sus ojos abierto mirándoles fijamente.

Por la noche, lo cortijos cercanos oían el ruido que producía la cuerda al balancearse sobre la llama, a pesar de encontrarse a basante distancia.
En una reunión decidieron cortar el árbol para evitar volver a tener que soportar tal visión y sonido.
Entre todos lo derribaron y se lo llevaron del lugar.
Aquella misma noche, el sonido de la cuerda volvió a escucharse.

A la mañana siguiente, el árbol seguía en su lugar.
Fueron varias las veces que procedieron a cortarlo, pero por la noche el sonido continuaba y a la mañana siguiente el árbol estaba intacto.
Fueron muchos los que aseguraron que habían visto al ahorcado colgando de sus ramas.
Nadie quería pasar por allí especialmente solo y los niños rehuían jugar en las cercanías.

De donde provienen todas estas leyendas es difícil de saber, como dije al principio, en todos los pueblos hay alguna leyenda al respecto y siempre hay alguien que conoció a la victima.

Leyenda del ceibo

Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.


Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.

El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.

La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.

Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.

Leyenda sobre el abeto navideño

La leyenda cuenta que un muchacho de una pequeña aldea fué a buscar, la víspera de navidad, un tronco de encina para quemarlo en la chimenea. El muchacho encontró la leña, pero se le hizo tarde y bajo una intensa nevada perdió el camino de vuelta a casa. Para guarecerse de la nieve, se refugió debajo del único árbol verde que había en el paraje: un abeto.


El chico se acurrucó lo más cerca que pudo del tronco del abeto. El árbol sintió pena por el muchacho y bajó sus ramas para protegerlo de la nieve. A la mañana siguiente, el muchacho despertó con las voces de los habitantes de su aldea, que lo estaban buscando.

Todos se sorprendieron mucho al ver el maravilloso espectáculo de las ramas del abeto llenas de nieve que brillaban al sol y que habían protegido al joven. Desde entonces el abeto simboliza el espíritu navideño y en casi todo el mundo se ha convertido en el centro de la decoración del hogar.

EL ÁRBOL DEL VAMPIRO

Cuenta la historia que en el siglo XVIII en la Guadalajara colonial llegó un misterioso hombre que venía de Europa y que se quedó a vivir en un pueblito llamado Belén, se llamaba Don Jorge y era uno de los más ricos hacendados del pueblo, sin embargo los habitantes del poblado le temían ya que acostumbraba a vestir siempre de negro y salir solo por las noches.

Al poco tiempo la gente se alarmó al ver que aparecían animales muertos, pero días después se encontraron cadáveres de personas sin una gota de sangre. Este hecho causó un gran temor en el corazón de aquellos humildes campesinos, los cuales se encerraban en sus casas antes del atardecer y rezaban temerosos por sus vidas.

Finalmente se reunieron y armados de valor, palos, antorchas y machetes decidieron ir en busca del asesino. Cerca del panteón oyeron gritos, y al llegar vieron con horror a don Jorge que estaba mordiendo el cuello de uno de los campesinos. Cuando el vampiro se vio rodeado huyó dejando a su víctima ensangrentada. Al día siguiente la gente fue a ver al cura del pueblo y le pidieron que les ayudara a detener al vampiro que los aterrorizaba.

Así llegaron a la hacienda de don Jorge y el cura le realizó un exorcismo y el vampiro retrocedió maldiciendo y jurando que se vengaría de todos ellos, entonces uno de los aldeanos le clavó una estaca en el pecho. Una vez muerto fue enterrado en el panteón de Belén.

Se dice que meses después la lápida se rompió y en su lugar nació un árbol de tronco grueso y de raíces profundas. Cuenta la leyenda que el día que el árbol sea cortado o las raíces rompan por completo la lápida don Jorge regresará para tomar venganza contra aquellos que lo apresaron.

Así que si se dan una vuelta por la republica mexicana, no olviden visitar en Guadalajara, un pobladito llamado Belén donde aun hoy se puede observar el magnífico árbol erguido sobre su tumba.

ärbol muerto

En el medio del llano,

un árbol seco su blasfemia alarga;
un árbol blanco, roto
y mordido de llagas,
en el que el viento, vuelto
mi desesperación, aúlla y pasa.

De su bosque, el que adió, sólo dejaron
de escarnio, su fantasma.
Una llama alcanzó hasta su costado
y lo lamió, como el amor mi alma.
¡Y sube de la herida un purpurino
musgo, como una estrofa ensangrentada!

Los que amó, y que ceñí­a
a su torno en septiembre una guirnalda,
cayeron. Sus raí­ces
los buscan, torturadas,
tanteando por el césped
con una angustia humana...

Le dan los plenilunios en el llano
sus más mortales plantas,
y alargan, por que mida su amargura,
hasta lejos su sombra desolada.
¡Y él le da al pasajero
su atroz blasfemia y su visión amarga
Tres Arboles

Tres árboles caí­dos
quedaron a la orilla del sendero.
El leñador los olvidó, y conversan,
apretados de amor, como tres ciegos.

El sol de ocaso pone
su sangre viva en los hendidos leños
¡y se lleva los vientos la fragancia
de su costado abierto!

Uno, torcido, tiende
su brazo inmenso y de follaje trémulo
hacia otro, y sus heridas
como dos ojos son, llenos de ruego.

El leñador los olvidó. La noche
vendrá. Estaré con ellos.
Recibiré en mi corazón sus mansas
resinas. Me serán como de fuego.
¡Y mudos y ceñidos,
nos halle el dí­a en un montón de duelo!
Gabriela Mistral

Destino de los árboles

En la televisión se dan noticias

sobre la tala ilegal de bosques –
el pasatiempo de unos mortales
que se llaman seres codiciosos,
o puedes crear otros nombres.

Dicen que no se puede contar
cuantos árboles que ya pierden
la vida, masacrados con sierras
por sus despiadados enemigos.

La gente habla de desertización,
agujeros en la capa de ozono,
calentamiento del planeta,
y las inundaciones sin final
que tragarán nuestros arcas.

Aquí, reciclamos más papeles.
Allí, continuan a talar bosques.
Si tuviéramos puros corazones,
tendría nuestra tierra más flores.

Yohanes Manhitu

LOS ARBOLES SON TESOROS

Son los árboles tesoros
que en la tierra puso Dios,
grandes bienes para el hombre
que para él aseguró.
Tiene el aire por el árbol
saludable condición,
ecos dulces de las aves,
de las flores grato olor.
Dan los árboles la fruta,
dan madera, dan carbón,
la lluvia fecunda atraen,
las hojas tapan el sol.
Debe el niño bien criado
a los árboles amor,
defender los brotes nuevos
y evitar la destrucción
y así crecerán a un tiempo:
árbol, niño y los dos
serán útiles al mundo
y tendrán su bendición.

Frases y citas famosas

"En esta obra de reconstitución y venganza, no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos y carcomidos, produjeron ya sus flores de aroma deletereo y sus frutos de sabor amargo. Que vengan árboles nuevos, a dar flores nuevas, frutas nuevas. ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!"

 ManuelGonzales de Prada y Ulloa

Los bosques serían  demasiado silenciosos si solo cantaran los pajaros que mejor lo hacen.

-En ese tiempo estabamos todos colgados en ácido. Acababamos discutiendo con los árboles, pero lo peor es que a menudo ganaban ellos la discusión.

(Lemmy, Motorhead)

Si revela sus secretos al viento, Entonces, no debe culpar al viento por revelarlos a los árboles
 (K. Gibran)

"Poner árboles es para hijos y nietos y muchas generaciones. Y como otros ya plantaron para nos y gozamos de su trabajo, cosa justa es que nosotros trabajemos y plantemos para nos y para los que despues vinierán. Pues bien que cada uno procure poner y plantar árboles"
Gabriel Alonso Herrera (Talavera de la Reina, 1470-1540)

“Para ser hay que ser percibido” o “Si un arbol cae en el bosque y no hay nadia para escucharlo, ¿Hace ruido el arbol?”

Bishop George Berkeley (1685 – 1753)