martes, 25 de mayo de 2010

El sauce llorón y los almendros

Erase una vez un árbol, que aunque no tenía fruto, no fue desarraigado por su dueño.


Lo dejo entre los árboles que sí tenían fruto. Aunque era un árbol de otra clase y no daba fruto, era tan sumamente bello que el dueño del campo lo dejó y no lo desarraigó.

Un día, el dueño del campo, meditó en su corazón preguntándose… ¿Qué fruto de ese árbol? Él veía que todos los árboles de su campo daban fruto, pero este era diferente porque no daba fruto comestible. En ese día fue el hijo del dueño al campo. Pregunto el padre a su hijo al verlo… ¡Hijo!, estoy preocupado por un sauce que esta entre mis almendros… Añadió… ¿Qué hago?, pues este árbol esta en medio y no da fruto.

El hijo respondió a su padre que era el dueño de todos los árboles… Padre, dadme el árbol. Por favor, regálamelo.

El padre le dijo… Hijo, aunque este árbol no me da fruto; pero porque tú me lo pides, no lo desarraigaré del campo por amor a ti.

Su padre pensó en su corazón… ¿Para qué quiere mi hijo este árbol que no sirve para nada entre mis almendros?

Un día, coma los demás, fue el padre con su hijo para la recogida de los almendros y se fijó en el Sauce.

El Sauce era sumamente bello, pero no daba almendras. El Sauce era muy grande y seguía allí, en medio de los almendros.

El Padre, dueño del campo, ese día termino de recoger todas las almendras con su hijo.

… Hijo mío ya hemos recogido todo el fruto de los árboles… Y añadió… ¡Y Tú!, ¿Qué fruto has recogido de tu árbol sin almendras?…Preguntó el padre.

El hijo le respondió… Padre no tengo fruto ninguno, pero me he sentado de vez en cuando debajo de sus ramas y me he quitado el dolor en mi corazón; pues al tumbarme cerca de sus ramas, he visto su belleza y su grandeza y me he maravillado tanto y tanto que me ha alegrado el corazón que he recobrado ánimo y fuerzas gracias a Él, y de esta, he rendido mucho más recogiendo las almendras.

El padre se animó muchísimo y le dijo… Hijo mío; ya no le desarraigaré jamás, pues este árbol el ánimo como fruto y de esta manera trabajaremos mejor en la recogida de los árboles que dan fruto.

Aunque era un árbol distinto y sin fruto, siempre les protegía de la lluvia, por su grandeza; del sol abrasador en verano y en su hermosura meditaban sus poseías.

Por último, su hijo le preguntó a su padre…¡Padre!, ¿En tu campo hay ahora algún árbol sin fruto?

Respondió su padre y dijo… Hoy estoy contento, pues todos los árboles de mi campo dan mucho fruto…añadió a su hijo…Gracias hijo, pues por ti, este árbol, sigue en mi campo vivo y creciendo.

Después se abrazo a su hijo y lloraron de alegría por el árbol si desarraigar. Luego juntos se marcharon a su casa muy contentos y lo celebraron

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