domingo, 29 de diciembre de 2013

El árbol de peras


    
  

 Había un hombre que tenia cuatro hijos y buscaba que aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente. 
 
  Había un hombre que tenia cuatro hijos y buscaba quaprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente.
Había un hombre que tenía cuatro hijos y buscaba que aprendieran a juzgar las cosas rápidamente.
Entonces envió a cada uno por turnos a ver un árbol de peras que estaba a una gran distancia. El primer hijo fue en el Invierno, el segundo en Primavera, el tercero en Verano y el hijo más joven en el Otoño.
Cuando todos ellos habían ido y regresado, los reunió y les pidió que escribieran lo que habían visto.
El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, él dijo que estaba cargado de flores, que tenía aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa mas llena de gracia que jamás había visto.
El ultimo de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos; dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.
Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.
Les dijo a todos que no deben juzgar a un árbol, o a una persona, sólo por ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son el placer, el regocijo y el amor que viene con la vida sólo puede medirse al final, cuando todas las estaciones han pasado.
Si te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño.

MORALEJA: No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto. No juzgues a la vida sólo por una estación difícil. Persevera a través de las dificultades y malas rachas ... mejores tiempos seguramente vienen por delante.

Leyenda de los árboles

Había en lo alto de la montaña tres árboles jóvenes, que soñaban
con frecuencia, que serían cuando fuesen mayores.
-El primero de ellos mirando a las estrellas, dijo: Yo quiero ser
el cofre mas valioso del mundo, lleno de tesoros.
-El segundo mirando al río suspiró: Yo quiero ser un barco, para
cruzar el océano y llevar a reyes y a reinas.
-El tercero mirando hacia el valle añadió: Yo solo quiero ser
árbol. Quiero quedarme en lo alto de la montaña y crecer tanto
que cuando miren hacia aquí, las personas levanten sus ojos y
piensen en Dios.
Pasaron muchos años y un buen día vinieron los humanos y cortaron
los árboles, que estaban tan ansiosos por hacer realidad sus
sueños. Pero los leñadores, no acostumbran a escuchar ni a perder
el tiempo con sueños. El primer árbol, fue vendido y acabó
transformado en un carro de animales, para transportar estiércol.
Del segundo árbol, se hizo un sencillo barco de pesca, que cargaba
personas y peces todos los días. El tercer árbol, fue trozado en
tablones y apilado en un almacén municipal de suministros.
Decepcionados y tristes al verse así unos y otros se preguntaban:
Porqué esto ¿Para que estamos aquí? ¿ Se acabaron los sueños?
Pero una noche, llena de luz y de estrellas, una joven mujer
colocó a su bebé recién nacido, sobre el carro de animales. Y de
repente el primer árbol, se dio cuenta de que llevaba sobre sí, el
mayor tesoro del mundo.
El segundo árbol, acabó un día transportando a un hombre que
terminó durmiendo en su seno; cuando se levanto la tempestad y
quiso hundir la barca, aquel hombre se irguió y dijo: Paz. En aquel
instante, el segundo árbol comprendió, que estaba llevando al rey
de cielo y tierra.
Años mas tarde, a la hora de sexta, el tercer árbol se estremeció
cuando los tablones fueron unidos en forma de cruz y un hombre
fue clavado en ellos. Por unos instantes se vio indigno y cruel.
Pero cuando amaneció el domingo, el mundo se llenó de inmensa
alegría. Y el tercer árbol comprendió, que en él habían colgado a
un hombre salvación para el mundo y que al mirar el árbol de la
cruz, las personas se sentirían infinitamente amadas por Dios y por
su Hijo.
Aquellos árboles, habían abrigado sueños y deseos; pero la realidad
había sido mil veces, más hermosa de lo que jamás, habían podido
imaginar.
( M. Mckenna)