domingo, 21 de marzo de 2010

Citas y frases famosas

"Si piensas con un año de adelanto, siembra una semilla.
Si piensas con 10 años de adelanto, planta un árbol."
Poeta chino, 500 a.C

"En la Tierra, el mejor amigo del hombre es el árbol. Cuando utilizamos el árbol con respeto y prudencia, puede ser para nosotros uno de los mayores recursos de la Tierra.

Frank Lloyd Wright

"Son bellos en la paz; son sabios en el silencio. Perdurarán cuando nosotros seamos sólo polvo. Nos enseñan, y nosotros los cuidamos."
Galeain ip Altiem MacDunelmor

"El gran mariscal francés Lyautey pidió una vez a su jardinero que plantara un árbol. El jardinero objetó que el árbol tardaría en crecer y no alcanzaría la madurez hasta 100 años más tarde. El mariscal respondió: ’En ese caso, no hay tiempo que perder; plántalo esta misma tarde!"

John F. Kennedy

"Los árboles son poemas que la Tierra escribe en el cielo. Los cortamos y los convertimos en papel, para poder dejar constancia de nuestro vacío."
Kahlil Gibran

"Si lo que digo encuentra en ti resonancia, es simplemente porque los dos somos ramas del mismo árbol."
W. B. Yeats

"Un árbol es nuestro contacto más íntimo con la naturaleza."
George Nakashima, carpintero

"Un árbol utiliza lo que tiene a mano para alimentarse. Hundiendo sus raíces profundamente en la tierra, aceptando la lluvia que fluye hacia él, alargando sus ramas hacia el sol, el árbol desarrolla su carácter y llega a ser grande...Absorber, absorber, absorber. Ese es el secreto del árbol."
Deng Ming-Dao, Everyday Tao

Planta árboles. Nos dan dos de los elementos más cruciales para nuestra supervivencia: oxígeno y libros. "

A. Whitney Brown

"Cada generación se considera depositaria de la Tierra. Deberíamos transmitir a la posteridad al menos tantos árboles y jardines como los que hemos agotado y consumido."
J. Sterling Morton

"Para mí, la naturaleza es sagrada; los árboles son mis templos y los bosques son mis catedrales."
Mikhail Gorbachev

"Dios ha cuidado estos árboles, los ha salvado de la sequía, las enfermedades y las avalanchas, y de miles de tempestades e inundaciones. Pero no puede salvarlos de los insensatos"
John Muir
"El bosque es un organismo peculiar de amabilidad y benevolencia sin límites que no exige nada para sobrevivir y prodiga generosamente los productos de su vida y actividad, y ofrece protección a todos los seres."
Sutra budista

"La gente que no hace nada por conversar los árboles vivirá pronto en un mundo que tampoco puede sustentar a las personas."
Bryce Nelson

"La reforestación de la tierra es posible; basta un poco de toque humano."
Sandra Postel y Lori Heise, Worldwatch Institute

Citas y frases famosas

La esperanza es un árbol en flor que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones
 (Severo Catalina)


Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino.
 (Gabriela Mistral)

Alabad el árbol que desde la carroña sube jubiloso hacia el cielo
 (Bertolt Brecht)

Pues el pájaro cantor jamás se para a cantar en árbol que no da flor
(José Hernández)

Todo el que disfruta cree que lo que importa del árbol es el fruto, cuando en realidad es la semilla. He aquí la diferencia entre los que reen y los que disfrutan
 (Friedrich Wilhelm Nietzsche)

A veces nuestro destino semeja un árbol frutal en invierno ¿quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán? Más esperamos que así sea y sabemos que así será
 (Johann Wolfgang von Goethe)

Concoces lo que tu vocación pesa en tí. Y si la traicionas es a ti a quien desfiguras. Pero sabes que tu verdad se hará lentamente, porque es nacimiento de árbol y no hallazgo de una fórmula 
 (Antoine de Saint-Exupery)
 
La civilización no dura porque a los hombres sólo les interesan los resultados de la misma: los anestésicos, los automóviles, la radio. Pero nada de lo que da la civilización es el fruto natural de un árbol endémico. Todo es resultado de un esfuerzo. Sólo se aguanta una civilización si muchos aportan su colaboración al esfuerzo. Si todos prefieren gozar el fruto, la civilización se hunde
(José Ortega y Gasset)

Lo mismo que un árbol tiene una sola raíz y múltiples ramas y hojas también hay una sola religión verdadera y perfecta, pero diversificada en numerosas ramas, por intervención de los hombres
 (Mahatma Gandhi)


El árbol de las leyes ha de podarse continuamente
 (Anatole France)
Convertid un árbol en leña y podrá arder para vosotros, pero ya no producirá flores 
 (Rabindranath Tagore)

Así como el árbol se fertiliza con sus hojas secas que caen y crece por sus propios medios, el hombre se engrandece con todas sus esperanzas destruidas y con todos sus cariños deshechos
 (F. William Robertson)

Muchos que quisieron traer luz, fueron colgados de un árbol 
 (Stanislaw Jerzy Lec)

Poema a un árbol sin nombre

Yo he conocido a un árbol
que me quería bien.
Jamás supe su nombre,
no se lo pregunté
y él nunca me dijo nada:
cuestión de timidez.
Nunca vio mi silueta,
era ciego al nacer,
por eso a mí me quiso
lo mismo que yo a él.
Le dije muchas cosas
que a nadie más diré,
más que a la vieja estrella
que alguna vez hablé.

Pedro Garfias Zurita

Álamo Blanco

Arriba canta el pájaro
y abajo canta el agua.
(Arriba y abajo,
se me abre el alma).

El chamariz en el chopo
- ¿Y qué más?
El chopo en el cielo azul
- ¿Y qué más?
- El cielo azul en el agua

Juan Ramón Jimenez

La palmera

Es una antorcha al aire esta palmera,
verde llama que busca al sol desnudo
para beberle sangre; en cada nudo
de su tronco cuajó una primavera
 
Unamuno

Plátano de sombra

Apenas embeleso estival lo traspasa y exalta
Como a su hermano el plátano del mediodía
Sonoro de cigarras, junto del cual es grato
Dejar morir el tiempo divinamente inútil

Cernuda

Limonero

El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo
sueñan los frutos de oro,

Antonio Machado

Laurel

Húmedo está, bajo el laurel, el banco
de verdinosa piedra;
lavó la lluvia, sobre el muro blanco,
las empolvadas hojas de la yedra.
 
Antonio Machado

Cómo no,el ciprés de Silos

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Gerardo Diego

Oda a la higuera

Rumores de almidón y de camisa:
¡frenesí! de rumores
en hoja verderol, falda precisa,
justa de alrededores
para cubrir adánicos rubores.

Miguel Hernández

Ginkgo biloba

¿no adivinas tú mismo, por mis canciones,
que soy sencillo y doble como este árbol?

Goethe

Los almendros

Florecen los almendros
en Mallorca
y no estás para verlos.

Clarivel Alegría

Pino de formentor castellano-catalán

Hay en mi tierra un árbol que el corazón venera:
de cedro es su ramaje, de césped su verdor;
anida entre sus hojas perenne primavera,
y arrastra los turbiones que azotan la ribera,
añoso luchador. [...]


Mon cor estima un arbre! Més vell que l'olivera,
més poderós que el roure, més verd que el taronger,
conserva de ses fulles l'eterna primavera,
i lluita amb les tormentes que assalten la ribera,
com un gegant guerrer.[...]

Poemas

[...] olmo, quiero anotar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Machado

Leyenda de los árboles de hoja perenne

 Un invierno, cuando las aves estaban emigrando para el sur, a zonas más cálidas, hubo un ave que se rompió su ala durante el camino y se quedó atrás. Pronto las heladas y la nieve cubrieron todo el bosque y tenía mucho frío y hambre…. Entonces, le pidió a los árboles que le ayudaran y le permitieran quedarse en sus ramas.
- El Abedul estaba orgulloso de ser bello y soberbio y respondió a la petición de la ave, diciendo que él no podía ayudarlo porque tenía que cuidar a las aves que vivían en aquel bosque.
- El Roble siembre fuerte era reacio porque tenía miedo de que el pájaro quisiera vivir allí hasta la primavera y se comiera algunas de sus bellotas.
- Incluso el Sauce, que parecía ser de carácter mas suave se negó a ayudar, e incluso decía que el no hablaba con extraños.
El pobre pájaro estaba en mucho dolor y pena y trató de volar un poco más, pero sus alas aún no estaban aptas para ello.
Al ver a su gran lucha por sobrevivir, el Abeto le preguntó, ¿por qué estaba tan triste? Cuando el pájaro reveló sus penas, el abeto le ofreció la más gruesa, la más suave y cálida rama que tenia para quedarse. El ave estaba muy contenta, por fin de encontrar alguna ayuda
Inspirado por la bondad de abeto, el grande y fuerte Pino también se ofreció para proteger al Abeto y al pájaro del viento del Norte a durante todo el invierno.
El Enebro también ayudó, algo muy poco corriente en el, y le ofreció a sus bayas para que el pájaro saciara su hambre. Así, el pájaro vivía cómodamente allí en los árboles, sus amigos y se fue volando de nuevo en primavera, cuando su ala sanó de nuevo, sumamente agradecido.
El Rey Frost,(Rey Invierno) que observo la conducta de todos los árboles, dio estrictamente instrucciones al Viento del Norte de no tocar nunca más ni una sola hoja de los Abetos, Pinos y Enebros, mientras que él, el viento, sería totalmente libre de hacer estragos en las hojas de otros árboles .
El Viento del Norte es especialmente popular y duro, durante el deshoje brillante, de todas las hojas verdes de los Sauces, Robles y otros árboles donde habitan las aves Soplando constante hasta conseguir dejar sus ramas totalmente al descubierto durante los inviernos, sin nada para protegerse de la nieve, la lluvia y el granizo.
Y es precisamente por su bondad que las hojas del Abeto, el Pino y el Enebro siempre están verdes y se les conoce como árboles de hoja perenne. Un Don concedido por el Rey Invierno y acatado por el resto de los elementos.

La leyenda del árbol del amor

En pleno centro de la ciudad de Zacatecas, a espaldas del portal de Rosales y frente al ex convento de San Agustín, encontrarás una plazoleta arbolada que otrora fuera un minúsculo jardín. Es la actual plazuela de Miguel Azua. En este apacible rincón se daban cita feligreses, vendedores y aguadores, en cuya cotidiana calma provinciana la prisa no tenía lugar y sí la vida y el calor humano. Ahí, regado con el vital líquido que le sustentaba y con las lágrimas derramadas en silencio por tres seres marcados por un destino común, se encuentra el árbol que fue testigo de sus amores.


En el pasado, el templo de San Agustín daba vida espiritual a este bello rincón de ensueño, propicio al atardecer para los enamorados. El aroma de exquisito incienso emanado del templo, al igual que las plegarias de los fieles, creaban una mística sensación sedante de descanso para el cuerpo y tranquilidad para el espíritu.
Allá por 1850, un francés llamado Philipe Rondé, con admiración se extasiaba mirando la artística fachada del templo que, sentado en el jardín, dibujaba día a día. Este histórico dibujo es el único que se conserva del templo de San Agustín, que nos transmite un esbozo del pasado esplendor ornamental que poseyó, bárbaramente cercano a ciencia y paciencia de ignaro gobernante de principios de este siglo, en pleno porfiriato, ante la desesperación de un pueblo y sus dirigentes eclesiásticos. De nada sirvieron los amagos de excomunión frente a las amenazas de muerte dirigidas a presidiarios obligados a mutilar con cincel y marro la religiosa fachada.
Oralia, la hermosa jovencita de leyenda que dió origen al nombre con que popularmente se conoce al árbol, vivía en una de las señoriales casas que daban marco colonial al jardín. Con la lozanía de su edad, propicia para el primer amor, su cantarina risa contagiaba la alegría de vivir a todo lo que la rodeaba.
Era Juan un humilde pero risueño y noble barretero, que aun despierto soñaba encontrar la brillante veta de plata para ofrecérsela a Oralia, a quien amaba en silencio, mas al sentirla cerca la conciencia de su pobreza la alejaba como la más remota estrella.
Por las tardes, al salir de la mina, Juan se convertía en alegre y locuaz aguador, siempre acompañado del paciente burro al que recitaba sus improvisados versos de amor, caminando más de prisa con la dulce ilusión de contemplar a Oralia al entregarle el cristalino líquido, parte del cual era destinado de inmediato a regar las plantas del jardín y en especial el árbol que cuidaban con esmero.
La juvenil Oralia sentía a su vez nacer un entrañable cariño, más allá de la amistad, por el locuaz aguador que por su parte día a día se ganaba también la estimación de las familias.
Mas sin saberlo Juanillo tenía un rival, que tras la etiqueta de la cortesía y modales refinados, conquistaba cada vez mayor campo en el corazón de Oralia, quien experimentaba la ruborosa turbación de sus encontrados sentimientos, ante la presencia de Pierre, aquel francés que la colmaba de atenciones.
El destino había traído precisamente a su casa al francés al ocurrir la ocupación por las tropas invasoras en 1864, y por cortesía las familias dispensaban un trato deferente al extranjero, eximiéndolo de responsabilidad por los actos de un gobierno al que debía obediencia. El francés, siempre impecable en sus modales y pulcro en el vestir, les visitaba no tanto por corresponder a la amabilidad de la familia, sino con la secreta esperanza de impresionar a Oralia, de quien se había enamorado.
Con el permiso de los padres, solían sentarse bajo la sombra del árbol que Oralia regaba y cuiaba; entonces la joven dejaba volar su imaginación al escuchar la descripción que de su patria le hacia Pierre.
Juanillo sufría en silencio al contemplarlos juntos, incapaz de hacer nada para evitarlo, y al comprender la fatalidad de las barreras sociales que lo separaban de su amor, soñando siempre con encontrar la veta de plata que le ayudara a realizar sus sueños.
Trabajaba duro en minas abandonadas, soportando la fatiga; al final de la jornada, el agua de las minas limpiaba el polvo que cubría su piel, haciendo huir el cansancio, para dirigirse a con su fiel burrito a llenar sus botes del agua de la fuente y repartirla a las familias con quienes se había 'amarchantado', cuidando de dejar al final la casa de Oralia para disponer de un poco más de tiempo en su compañía.
La simpatía del humilde enamorado hacía que Oralia lo esperara con impaciencia para que le ayudara a regar su árbol, como ya se había hecho costumbre. Al hacerlo, su regocijo se manifestaba en el lenguaje secreto de los enamorados; el árbol lo sabía y el susurro de sus hojas se confundía con el rumor de las risas de los jóvenes, mientras su follaje se inclinaba, en un intento de protegerlos de miradas indiscretas.
Dolía el corazón a Oralia cuando una tarde se encaminó hacia el templo. Postrada ante el altar, lloró en silencio al comparar dos mundos tan opuestos; su plegaria imploraba ayuda para tomar la decisión acertada en tan cruel dilema sentimental.
Al salir del templo y dirigirse a su casa sin haber logrado adoptar una resolución, se sentó en silencio bajo el árbol y el llanto volvió a sus ojos, su angustia provocaba la alteración del ritmo de los latidos de su corazón, cuando en su regazo cayó suavemente un racimo de cristalinas lágrimas que conmovido el árbol le ofrecía como amigo amoroso en su desconsuelo, y al contacto de sus tiernas manos, las lágrimas del árbol se convirtieron en un tupido racimo de blancas flores.
Oralia recuperó la paz junto a su árbol y encontró el valor suficiente para decidirse por su barretero, sin importarle su humilde condición.
Al día siguiente, el francés se presentó puntual en la casona y con semblante aduso informó de su próxima partida de la ciudad y del país. Otros vientos políticos flotaban en la nación y era urgente su traslado a Francia. Se llevaba el corazón destrozado por verse obligado a abandonar el afecto que había encontrado, y la despedida le resultaba aún más amarga al saber que jamás volvería a ver a Oralia, quien lo despidió junto al árbol, ahora ya tranquila al comprender que había tomado la decisión más correcta de su vida.
Mientras tanto, en la profundidad de la mina donde había cifrado sus esperanzas, Juan vislumbraba un tenue brillo, tan sutil y huidizo como la ilusión; una corazonada hizo intuir al gambusino la veta que buscaba, y con nuevos bríos continuó excavando con su barreta la dura roca que aún se resistía a entregar al imberbe joven su argentífera savia.
Al día siguiente, al llegar con el agua, Oralia lo notó más alegre y locuaz que de costumbre; no se pudo contener y al verlo tan feliz y sin pensarlo le estampó un impetuoso beso junto al Árbol del Amor que regaban ahora entre risas.
Juan ni de su rica veta de plata se acordó, y olvidó completamente el discurso que toda la noche había ensayado, al ver caer racimos de flores blancas del árbol, que así compartía la culminación de tan bello idilio en aquel tranquilo jardín, hoy plazuela de Miguel Auza frente al ex templo de San Agustín.



Desde entonces, las parejas de enamorados consideran de buena suerte refugiarse bajo las ramas del Árbol del Amor, para favorecer la perduración de su romance.

Leyenda de los árboles

Había en lo alto de la montaña tres árboles jóvenes, que soñaban con frecuencia, que serían cuando fuesen mayores.

-El primero de ellos mirando a las estrellas, dijo: Yo quiero ser el cofre mas valioso del mundo, lleno de tesoros.
-El segundo mirando al río suspiró: Yo quiero ser un barco, para cruzar el océano y llevar a reyes y a reinas.
-El tercero mirando hacia el valle añadió: Yo solo quiero ser árbol. Quiero quedarme en lo alto de la montaña y crecer tanto que cuando miren hacia aquí, las personas levanten sus ojos y piensen en Dios.
Pasaron muchos años y un buen día vinieron los humanos y cortaron los árboles, que estaban tan ansiosos por hacer realidad sus sueños. Pero los leñadores, no acostumbran a escuchar ni a perder el tiempo con sueños. El primer árbol, fue vendido y acabó transformado en un carro de animales, para transportar estiércol.
Del segundo árbol, se hizo un sencillo barco de pesca, que cargaba personas y peces todos los días. El tercer árbol, fue troceado en tablones y apilado en un almacén municipal de suministros.
Decepcionados y tristes al verse así unos y otros se preguntaban:
Porqué esto ¿ Para que estamos aquí ¿ Se acabaron los sueños.
Pero una noche , llena de luz y de estrellas, una joven mujer colocó a su bebé recién nacido, sobre el carro de animales. Y de repente el primer árbol, se dio cuenta de que llevaba sobre sí, el mayor tesoro del mundo.
El segundo árbol, acabó un día transportando a un hombre que terminó durmiendo en su seno; cuando se levanto la tempestad y quiso hundir la barca, aquel hombre se irguió y dijo: Paz. En aquel instante, el segundo árbol comprendió, que estaba llevando al rey de cielo y tierra.
Años mas tarde, a la hora de sexta, el tercer árbol se estremeció cuando los tablones fueron unidos en forma de cruz y un hombre fue clavado en ellos. Por unos instantes se vio indigno y cruel. Pero cuando amaneció el domingo, el mundo se llenó de inmensa alegría. Y el tercer árbol comprendió, que en él habían colgado a un hombre salvación para el mundo y que al mirar el árbol de la cruz, las personas se sentirían infinitamente amadas por Dios y por su Hijo.
Aquellos árboles, habían abrigado sueños y deseos; pero la realidad había sido mil veces, mas hermosa de lo que jamás, habían podido imaginar.

( M. Mckenna)

El árbol de los deseos

Un viajero muy cansado se sienta bajo la sombra de un árbol sin imaginarse que iba a encontrar un árbol mágico, 'El Árbol que convierte en realidad los deseos'. Sentado sobre la tierra dura, el pensaba que sería muy agradable encontrarse una cama mullida. Al momento, esta cama apareció al lado suyo. Asombrado el hombre se instaló y dijo que el colmo de la dicha sería alcanzado, si una joven viniera y masajeara sus piernas tullidas. La joven apareció y lo masajeó de una manera muy agradable - Tengo hambre, -dice el hombre,- y comer en este momento sería con seguridad, una delicia. Una mesa surgió, cargada con alimentos suculentos. El hombre se alegra. Come y bebe. Su cabeza se inclina un poco. Sus párpados, por la acción del vino y la fatiga, se cierran. Se dejó caer a lo largo de la cama y pensaba ahora en los maravillosos eventos de este extraordinario día. - Voy a dormir una hora o dos -se dice él-. Lo peor sería que un tigre pasara por aquí mientras duermo. Un tigre aparece enseguida y lo devora.


todos tenemos dentro de nosotros mismos, un Árbol de los deseos, que espera nuestras ordenes. Pero cuidado!, ese árbol, cumple los deseos, no importa si son buenos o malos.
El también puede realizar sus pensamientos negativos y sus temores. Puede contaminarse de ellos y bloquearse. Este es el mecanismo de las preocupaciones.

El árbol de peras

Había un hombre que tenía cuatro hijos y buscaba que aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente.
Entonces envió a cada uno por turnos a ver un árbol de peras que estaba a una gran distancia. El primer hijo fue en el Invierno, el segundo en Primavera, el tercero en Verano y el hijo más joven en el Otoño.
Cuando todos ellos habían ido y regresado, los reunió y les pidió que escribieran lo que habían visto.
El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, él dijo que estaba cargado de flores, que tenía aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa mas llena de gracia que jamás había visto.
El ultimo de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos; dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.
Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.
Les dijo a todos que no deben juzgar a un árbol, o a una persona, sólo por ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son el placer, el regocijo y el amor que viene con la vida sólo puede medirse al final, cuando todas las estaciones han pasado.
Si te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño.


MORALEJA: No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto. No juzgues a la vida sólo por una estación difícil. Persevera a través de las dificultades y malas rachas ... mejores tiempos seguramente vienen por delante.

Los tres árboles

Había una vez tres árboles en una colina de un bosque. Hablaban acerca de sus sueños y esperanzas y el primero dijo:

"Algún día seré cofre de tesoros. Estaré lleno de oros, plata y piedras preciosas. Estaré decorado con labrados artísticos y tallados finos, todos verán mi belleza".
El segundo árbol dijo:
"Algún día seré una poderosa embarcación. Llevaré a los más grandes reyes y reinas a través de los océanos, e iré a todos los rincones del mundo. Todos se sentirán seguros por mi fortaleza, fuerza y mi poderoso casco".
Finalmente el tercer árbol dijo:
"Yo quiero crecer para ser el más recto y grande de todos los árboles en el bosque. La gente me verá en la cima de la colina, mirará mis poderosas ramas y pensarán en el Dios de los cielos, y cuán cerca estoy de alcanzarlo. Seré el más grande árbol de todos los tiempos y la gente siempre me recordará".
Después de unos años de que los árboles oraban para que sus sueños se convirtieran en realidad, un grupo de leñadores vino donde estaban los árboles.
Cuando uno vio al primer árbol dijo: "Este parece un árbol fuerte, creo que podría vender su madera a un carpintero", y comenzó a cortarlo. El árbol estaba muy feliz debido a que sabía que el carpintero podría convertirlo en cofre para tesoros.
El otro leñador dijo mientras observaba al segundo árbol:
"Parece un árbol fuerte, creo que lo podré vender al carpintero del puerto". El segundo árbol se puso muy feliz porque sabía que estaba en camino a convertirse en una poderosa embarcación.
El último leñador se acercó al tercer árbol, este muy asustado, pues sabía que si lo cortaban, su sueño nunca se volvería realidad. El leñador dijo entonces: "No necesito nada especial del árbol que corte, así que tomaré éste", y cortó el tercer árbol.
Cuando el primer árbol llegó donde el carpintero, fue convertido en un cajón de comida para animales, y fue puesto en un pesebre y llenado con paja. Se sintió muy mal pues eso no era por lo que tanto había orado.
El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña balsa de pesca, ni siquiera lo suficientemente grande para navegar en el mar, y fue puesto en un lago. Y vio como sus sueños de ser una gran embarcación cargando reyes habían llegado a su final.
El tercer árbol fue cortado en largas y pesadas tablas y dejado en la oscuridad de una bodega.
Años más tarde, los árboles olvidaron sus sueños y esperanzas por las que tanto habían orado. Entonces un día un hombre y una mujer llegaron al pesebre. Ella dio a luz un niño, y lo colocó en la paja que había dentro del cajón en que fue transformado el primer árbol. El hombre deseaba haber podido tener una cuna para su bebé, pero este cajón debería serlo. El árbol sintió la importancia de este acontecimiento y supo que había contenido el más grande tesoro de la historia.
Años más tarde, un grupo de hombres entraron en la balsa en la cual habían convertido al segundo árbol. Uno de ellos estaba cansado y se durmió en la barca. Mientras ellos estaban en el agua una gran tormenta se desató y el árbol pensó que no sería lo suficientemente fuerte para salvar a los hombres. Los hombres despertaron al que dormía, éste se levantó y dijo: "¡Calma! ¡Quédate quieto!" y la tormenta y las olas se detuvieron. En ese momento el segundo árbol se dio cuenta de que había llevado al Rey de Reyes y Señor de Señores.
Finalmente un tiempo después alguien vino y tomó al tercer árbol convertido en tablas. Fue cargado por las calles al mismo tiempo que la gente escupía, insultaba y golpeaba al Hombre que lo cargaba. Se detuvieron en una pequeña colina y el Hombre fue clavado al árbol y levantado para morir en la cima de la colina. Cuando llegó el domingo, el tercer árbol se dio cuenta que él fue lo suficientemente fuerte para permanecer erguido en la cima de la colina, y estar tan cerca de Dios como nunca, porque Jesús había sido crucificado en él.

La moraleja de esta Historia es:

Cuando parece que las cosas no van de acuerdo a tus planes, debes saber que siempre Dios tiene un plan para uno.
Si pones tu confianza en él, te va a dar grandes regalos a su tiempo.
Recuerda que cada árbol obtuvo lo que pidió, sólo que no en la forma en que pensaba.
No siempre sabemos lo que Dios planea para nosotros, sólo sabemos que:
Sus Caminos no son nuestros caminos, pero sus caminos siempre son los mejores!!!

publicado por tudejavu

El hacha y el mango

Un hombre que en el bosque se miraba




con una hacha sin mango, suplicaba



a los árboles diesen la madera,



que más solida fuera

para hacerle uno fuerte y muy durable.

Al punto la arboleda innumerable

le cedió el acebuche; y él, contento,

perfeccionando luego su instrumento,

de rama en rama va cortando a gusto

del alto roble el brazo más robusto.

Ya los árboles todos recorría;

y mientras los mejores elegía,

dijo la triste encina al fresno: Amigo,

infeliz del que ayuda a su enemigo.

Felix Maria de Samaniego

De árbol a árbol

Los árboles

¿serán acaso solidarios?

¿digamos el castaño de los campos elíseos
con el quebracho de entre ríos
o los olivos de jaén
con los sauces de tacuarembó?


¿le avisará la encina de westfalia
al flaco alerce del tirol
que administre mejor su trementina?

y el caucho de pará
o el baobab en las márgenes del cuanza
¿provocarán al tin la verde angustia
de aquel ciprés de la mission dolores
que cabeceaba en frisco
California?

¿se sentirá el ombú en su pampa de rocío
casi un hermano de la ceiba antillana?

los de este parque o aquella lloresta
¿se dirán copa a copa que el muérdago
otrora tan sagrado entre los galos
ahora es apenas un parásito
con chupadores corticales?

¿sabrán los cedros del líbano
y los caobos de corinto
que sus voraces enemigos
no son la palma de camagüey
ni el eucalipto de tasmania
sino el hacha tenaz del leñador
la sierra de las grandes madereras
el rayo como látigo en la noche?

Mario Benedetti

jueves, 11 de marzo de 2010

Citas y frases

Dios juzga al árbol por sus frutos, y no por sus raíces.

Paulo Coelho

A veces los árboles se rompen sobre el peso de sus propias frutas.

Valeriu Butulescu

Yo no sé de árbol fuerte más fuerte que su alma...

Dulce María Loynaz

No podemos dejar que los árboles mueran. Los árboles son para nuestros nietos.

Mary Lou Cook

Tú que eres diferente de todo lo que ha pasado y va a pasar lejos a mi lado, tú las ansias del enfermo: el árbol detrás de la ventana.

Ivan Malinowski

Decir que los hombres son iguales es tan absurdo como proclamar que lo son las hojas de un árbol.

Ramiro De Maeztu

Los árboles tienen una vida secreta que sólo les es dado conocer a los que se trepan a ellos.

Reinaldo Arenas

Yo estaba conduciendo por la carretera. Los árboles me pasaban por la derecha de manera ordenada a 60 millas por hora. De repente uno de ellos se cruzó en mi camino.

John Von Neumann

Estás llena de música, como un árbol al viento.

Jaime Bodet

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido... Y se quedarán los pájaros cantando.

Juan Ramón Jiménez

En la tarde, sinfónicos los vientos tocando están, con un fragor de olas, su instrumental de árboles espesos.

Eugenio Montale

miércoles, 10 de marzo de 2010

Como árboles

Quién hubiera dicho

que estos poemas de otros
iban a ser míos

después de todo hay hombres que no fui
y sin embargo quise ser
sino por una vida
al menos por un rato
o por un parpadeo

en cambio hay hombres que fui
y ya no soy ni puedo ser
y esto no siempre es un avance
a veces es una tristeza

hay deseos profundos y nonatos
que prolongué como coordenadas
hay fantasías que me prometí
y desgraciadamente no he cumplido
y otras que me cumplí sin prometérmelas

hay rostros de verdad
que alumbraron mis fábulas
rostros que no vi más pero siguieron
vigilándome desde
la letra en que los puse
hay fantasmas de carne
otros de hueso
también los hay de lumbre y corazón
o sea cuerpos en pena almas en júbilo
que vi o toqué o simplemente puse
a secar
a vivir
a gozar
a morirse

pero además está lo que advertí de lejos
yo también escuché una paloma
que era de otros diluvios

yo también destrocé un paraíso
que era de otras infancias
yo también gemí un sueño
que era de otros amores

así pues
desde este misterioso confín de la existencia
los otros me ampararon como árboles

con nidos o sin nidos
poco importa
no me dieron envidia sino frutos
esos otros

 están aquí
sus poemas
son mentiras de a puño
son verdades piadosas

están aquí
rodeándome
juzgándome

con las pobres palabras que les di
hombres que miran tierra y cielo
y a través de la niebla
o sin sus anteojos
también a mí me miran
con la pobre mirada que les di

son otros que están fuera de mi reino
claro
pero además
estoy en ellos

a veces tienen lo que nunca tuve
a veces aman lo que quise amar
a veces odian lo que estoy odiando

de pronto me parecen lejanos
tan remotos
que me dan vértigo y melancolía
y los veo minados por un duelo sin llanto
y otras veces en cambio
los presiento tan cerca
que miro por sus ojos
y toco por sus manos

y cuando odian me agrego a su rencor
y cuando aman me arrimo a su alegría

quién hubiera dicho
que estos poemas míos
iban a ser
de otros.

Mario Benedetti





Los árboles son tesoros

Son los árboles tesoros
que en la tierra puso Dios,
grandes bienes para el hombre
que para él aseguró.

Tiene el aire por el árbol
saludable condición,
ecos dulces de las aves,
de las flores grato olor.

Dan los árboles la fruta,
dan madera, dan carbón,
la lluvia fecunda atraen,
las hojas tapan el sol.

Debe el niño bien criado
a los árboles amor,
defender los brotes nuevos
y evitar la destrucción
y así crecerán a un tiempo:
árbol, niño y los dos
serán útiles al mundo
y tendrán su bendición.

Tres árboles

Tres árboles caídos
quedaron a la orilla del sendero.
El leñador los olvidó, y conversan
apretados de amor, como tres ciegos.

El sol de ocaso pone
su sangre viva en los hendidos leños
¡y se llevan los vientos la fragancia
de su costado abierto!

Uno torcido, tiende
su brazo inmenso y de follaje trémulo
hacia el otro, y sus heridas
como dos ojos son, llenos de ruego.

El leñador los olvidó. La noche
vendrá. Estaré con ellos.


Recibiré en mi corazón sus mansas
resinas. Me serán como de fuego.
¡Y mudos y ceñidos,
nos halle el día en un montón de duelo!

Gabriela Mistral 
  

La gracia de tu rama verdecida

Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento...

Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.

Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.

Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.

Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.

No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
Soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.

Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde...

 Antonio Machado
Alabad el árbol que desde la carroña sube jubiloso hacia el cielo!

(Bertolt Brecht)

La esperanza es un árbol en flor que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones.

(Severo Catalina)

Lo mismo que un árbol tiene una sola raíz y múltiples ramas y hojas, también hay una sola religión verdadera y perfecta, pero diversificada en numerosas ramas, por intervención de los hombres.

(Mahatma Gandhi)

El árbol de las leyes ha de podarse continuamente.

(Anatole France)

A veces nuestro destino semeja un árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán? Mas esperamos que así sea, y sabemos que así será.

(Johann Wolfgang Goethe)

El mal es árbol que crece y que cortado retoña.

(José Hernández)

Pues el pájaro cantor jamás se para a cantar en árbol que no da flor.

(José Hernández)

El árbol de la libertad debe ser vigorizado de vez en cuando con la sangre de patriotas y tiranos: es su fertilizante natural.

((homas Jefferson)

Así como el árbol se fertiliza con sus hojas secas que caen y crece por sus propios medios, el hombres se engrandece con todas sus esperanzas destruidas y con todos sus cariños deshechos.

(F. William Robertson)

No hay árbol recio ni consistente sino aquel que el viento azota con frecuencia.

(Lucio Anneo Séneca)

Convertid un árbol en leña y podrá arder para vosotros; pero ya no producirá flores ni frutos.

(Rabindranath Tagore)

La falsedad es tan antigua como el árbol del Edén.

(Orson Welles)

El árbol de la vida

Era un árbol frondoso y fuerte de edad desconocida que a lo largo de su vida había experimentado el sufrimiento y el dolor, el frío y el calor. Quería vivir, quería disfrutar de las cosas bellas que la vida le ofrecía, deseaba escuchar el sonido plácido y armonioso de los pájaros que con sus alegres cantos reposaban en sus ya viejas y doloridas extremidades, suspiraba por gozar del verde prado con sus jóvenes y floridos árboles que se encontraban a su lado.
En la amplitud de su vida había visto en varias ocasiones a la muerte bien de cerca. Como lo sucedido en una fría y tenebrosa noche de invierno, en la que una nube lanzó su cólera contra él y errando su irritación alcanzó de lleno a su buen amigo el Abeto. O cuando de pequeño una poderosa tempestad de viento lo dobló con tal virulencia que hasta las raíces llegaron a peligrar, poniendo a prueba su resistencia.
Todas las primaveras veía como sus hojas crecían verdes y rebosantes de vida columpiándose cada atardecer mecidas por el viento del norte, alimentándose con la energía que el sol les proporcionaba y la lluvia que las nutría y bañaba para disfrute y deleite de todo aquel que seacercaba a contemplar aquel esplendor.
Pero llegado el otoño las hojas perdían su color, poco a poco se marchitaban y morían precipitándose al vacío desde la rama que durante unos meses había sido su apoyo y sustento. La muerte que podía experimentar cada primavera y que veía en los demás en el día a día, para él era una gran desconocida. Pero pronto, muy pronto, comprendería por sí mismo lo que se experimentaba ante esta gran desconocida.
El incendio se estaba aproximando cada vez más y con mayor fuerza. El calor que producía era insoportable y la muerte estaba cada vez mas cerca. Hacía muchos años escuchó conversar a dos humanos que se habían detenido a descansar en sus regazos. Uno de ellos preguntó al otro < < ¿A dónde se va cuando morimos? >> a lo que éste respondió < < Nunca nos preguntamos dónde se va la llama de una vela cuando ésta se apaga. Cuando encendemos una vela decimos que la llama está viva, y cuando la apagamos no nos preocupamos de a donde se ha ido, simplemente se apaga, no hay un lugar a donde la llama pueda ir, simplemente se ha hecho una con el todo >>
En otra ocasión vio desfilar ante él a cuatro hermosos corceles blancos que tiraban gallardos de un bello carruaje. En su interior reposaba una caja de madera finamente tallada rodeada por cuatro preciosas coronas de flores con unos ramilletes que decían: “De tus hijos que no te olvidan” “De tus padres con cariño” “De tu mujer con amor” “De tu nieta que siempre te tendrá en su corazón”.
Pero lo que más le llamo la atención fue la gente que acompañaba aquella comitiva. Todos vestían de un siniestro sombrío tenebroso y riguroso negro, lloraban desconsoladamente por la pérdida de aquel ser querido exclamando: < < Por fin descansa en paz, ya no sufrirá más>> Que sus seres queridos, sus más allegados amigos llorasen porque aquel hombre descansaba en paz carecía de toda lógica. Sufrir porque había dejado de padecer, para él no tenía ningún sentido; si por fin descansaba en paz y ya no sufriría más, lo más sensato sería que se alegrasen de aquella situación.
No tardó en darse cuenta de que aquel sufrimiento, aquel dolor que desfilaba ante sus ramas, no era causado por la pérdida del ser amado, sino por la autocompasión. De entre todas las voces de lamento que allí se alzaban, una de estas repetía insistentemente: < < ¡Dios mío! Qué sola estoy ¿Por qué te lo has llevado? ¿Qué haremos ahora sin ti?
Todo su dolor, todo su lamento estaba enfocado hacia sí misma, puesto que el difunto ya había dejado de sufrir y descansaba en paz. Lo cierto es que si eso le sucediese a él se sentiría con un enorme complejo de culpabilidad, pues por nada del mundo permitiría que un ser que te ama sufriese por su muerte. Pero él estaba vivo y nunca había sentido aquel dolor que embargaba aquella pobre gente; es más, empezaba a darse cuenta de que el sufrimiento no estaba causado por el que se iba, sino por el que se quedaba.
Recordando aquella situación se veía cada vez más como un nacido moribundo desde el primer aliento de vida. La existencia y el final estaban adquiriendo un nuevo significado para él. Comenzaba a darse cuenta de que la muerte está aquí en cada instante de nuestra vida, cuando hablamos, leemos, nos divertimos. La muerte no está allá al final, sino en cada instante de nuestras vidas, en el aquí y ahora. Uno no sufre tan solo porque pierde a su familia, sino porque teme quedarse solo y sin compañía. Teme perder sus posesiones a los amigos, el amor de su vida, los hijos. Le atemoriza tener que abandonar lo conocido para enfrentarse a lo desconocido.
Mientras revivía aquellos recuerdos no se percató de que por sus ramas doloridas por el intenso calor estaban fluyendo unas preciadas gotas de agua. El viento había cesado su cruel y devastadora correría; entre un claro del bosque dejado por los chamuscados árboles se pudo percibir como unas cargadas nubes cantaban estrepitosamente a la vida. Cuando el árbol se quiso dar cuenta ya la tormenta se encontraba demasiado próxima y la lluvia era intensa. Por esta vez la muerte había estado muy cerca, pero él sabía que desde ese mismo amanecer la viviría en el día a día.

Leyenda de los árboles

Había en lo alto de la montaña tres árboles jóvenes, que soñaban con frecuencia, que serían cuando fuesen mayores.
-El primero de ellos mirando a las estrellas, dijo: Yo quiero ser el cofre más valioso del mundo, lleno de tesoros.
-El segundo mirando al río suspiró: Yo quiero ser un barco, para cruzar el océano y llevar a reyes y a reinas.
-El tercero mirando hacia el valle añadió: Yo solo quiero ser árbol. Quiero quedarme en lo alto de la montaña y crecer tanto que cuando miren hacia aquí, las personas levanten sus ojos y piensen en Dios.
Pasaron muchos años y un buen día vinieron los humanos y cortaron los árboles, que estaban tan ansiosos por hacer realidad sus sueños. Pero los leñadores, no acostumbran a escuchar ni a perder el tiempo con sueños. El primer árbol, fue vendido y acabó transformado en un carro de animales, para transportar estiércol.
Del segundo árbol, se hizo un sencillo barco de pesca, que cargaba personas y peces todos los días. El tercer árbol, fue troceado en tablones y apilado en un almacén municipal de suministros.
Decepcionados y tristes al verse así unos y otros se preguntaban:
Porqué esto ¿Para que estamos aquí? Se acabaron los sueños.
Pero una noche, llena de luz y de estrellas, una joven mujer colocó a su bebé recién nacido, sobre el carro de animales. Y de repente el primer árbol, se dio cuenta de que llevaba sobre sí, el mayor tesoro del mundo.
El segundo árbol, acabó un día transportando a un hombre que terminó durmiendo en su seno; cuando se levanto la tempestad y quiso hundir la barca, aquel hombre se irguió y dijo: Paz. En aquel instante, el segundo árbol comprendió, que estaba llevando al rey de cielo y tierra.
Años mas tarde, a la hora de sexta, el tercer árbol se estremeció cuando los tablones fueron unidos en forma de cruz y un hombre fue clavado en ellos. Por unos instantes se vio indigno y cruel. Pero cuando amaneció el domingo, el mundo se llenó de inmensa alegría. Y el tercer árbol comprendió, que en él habían colgado a un hombre salvación para el mundo y que al mirar el árbol de la cruz, las personas se sentirían infinitamente amadas por Dios y por su Hijo.
Aquellos árboles, habían abrigado sueños y deseos; pero la realidad había sido mil veces, más hermosa de lo que jamás, habían podido imaginar.

Autor: (M. Mckenna)

leyenda del árbol de navidad

Era Nochebuena y había nevado todo el día. Por la noche, la nieve había cesado y el cielo se llenó de estrellas. En ese momento, un leñador atravesó el bosque a toda prisa porque se le había hecho tarde y su familia le esperaba para cenar.

Agotado, se detuvo un momento a descansar y al alzar la vista se encontró con un pequeño abeto cubierto de miles de estrellas que se posaban en sus ramas. Se quedó maravillado y llevó el árbol a su casa, donde le esperaban su mujer y sus dos hjos.
Y durante toda la noche de Nochebuena, las estrellas de este abeto reluciente iluminaron la casa del humilde leñador. Desde entonces, en diciembre, este árbol se coloca en todas las casas como símbolo de la Navidad.

Dicho popular sobre el tejo

Las vidas de tres zarzos, la vida de un perro.

Las vidas de tres perros, la vida de un caballo.
Las vidas de tres caballos, la vida de un hombre.
Las vidas de tres hombres, la vida de un águila.
Las vidas de tres águilas, la vida de un tejo.
La vida de un tejo, la longitud de una era.
Siete eras desde la creación hasta el día del Juicio.
(Robert Graves)

Leyenda irlandesa

 Para casarse con una doncella, es condición indispensable que el pretendiente traiga, la rama de acebo, la flor de Caléndula y las bayas carmesíes del tejo. Se encuentran en el Círculo de Piedra del poder, en el lejano Donn Thir (tierra parda), en el Mar Occidental y este viaje de ida y vuelta debe realizarse en un día y una noche. La sin par Fiongalla espera anhelante que su amado Feargal realice la proeza y el héroe llega, tras múltiples aventuras, a un bosquecillo de árboles viejos como el mundo y encuentra un monumento megalítico en el interior de un círculo de poderosas piedras. Allí está la rama de acebo y el tejo que da bayas y a sus pies la caléndula... (An Braon Suan Or, El Broche de oro del Sueño)
En esta misma región se recitaba el romance de Naoise y Deirdre, que cuenta la historia de dos amantes desdichados. Hasta en la muerte quisieron mantenerlos separados y clavaron sus cadáveres con estacas de tejo. Pero las estacas arraigaron y los dos árboles espléndidos pudieron abrazarse al fin para siempre sobre la catedral de Armagh.

lunes, 1 de marzo de 2010

Si un día, al despertar, veis que
en los brazos
os han crecido ramas,
que minúsculas hojas como estrellas
brotan de vuestros dedos,
y que la piel se os cubre lentamente
de un musgo serenísimo.

Si no podéis andar, porque una hermosa
maraña de raíces
nace de vuestros pies y os encadena
buscando entre la tierra las ocultas
respuestas a la sed, el ciego origen
de la piedra y el agua.

Si el viento es algo más que una llamada
batiendo los cristales,
y se acerca a vosotros y os acuna
con antiguas canciones,
desvelando a los pájaros lejanos
que os arden en el pecho.

Si el río es un vecino venerable
y su voz os alienta y acompaña
en las tardes oscuras,
y alumbra vuestros ojos describiendo
sus remotas andanzas,
el clamor de sus huellas imposibles...

No temáis, el milagro
se ha hecho luz vegetal, fructificada
promesa en vuestra sangre:
Árboles sois, anclados universos,
esperanza de humanas primaveras,
prisioneros y libres.

No os preocupe
la especie ni la forma:
es igual ser ciprés, nogal, olivo,
araucaria o enebro.

Lo que importa
es disponer de sombra y ofrecerla
a todo caminante,
vigilar en silencio los cruceros,
y aguardar la llegada de quien quiera
grabar en vuestro tronco
unas pobres palabras de tristeza,
un radiante dibujo de alegría,
o una fecha de amor entre iniciales.

Árboles de ciudad

Vuestro tronco era esbelto y verdecía,

sorbiendo soles allá en el cerro alto:
os arrancaron del paisaje un día,
para dar sombras sobre el negro asfalto.

Estáis aquí, anclados en la acera,
para manchar de verde el gris urbano;
se alarga en vano vuestra larga hilera
por ver el monte en el azul lejano.

¿Qué cruda mano os puso en estas calles
sin secreto, de ruido atormentadas?
¿Por qué os hurtaron a los hondos valles
llenos de dulces tardes sosegadas?

La tórtola no vierte sus arrullos,
árboles de ciudad, en vuestras ramas;
ni escucha vuestra copa los murmullos
que el viento dice al bosque y las retamas.

Como a niños de hospicio, uniformados,
la simetría vuestro tallo muerde,
¡Árboles de ciudad, civilizados,
sucia de grises vuestra capa verde!

Yo estoy como vosotros, prisionero,
hambriento de altos cielos y paisajes;
soñando siempre estoy con un sendero
que haga eterna mi sed honda de viajes.


Alfonso Albala

Leyenda de los árboles de hoja perénne

Un invierno, cuando las aves estaban emigrando para el sur, a zonas más cálidas, hubo un ave que se rompió su ala durante el camino y se quedó atrás.

Pronto las heladas y la nieve cubrieron todo el bosque y tenía mucho frío y hambre….
Entonces, le pidió a los árboles que le ayudaran y le permitieran quedarse en sus ramas.
- El Abedul estaba orgulloso de ser bello y soberbio y respondió a la petición de la ave, diciendo que él no podía ayudarlo porque tenía que cuidar a las aves que vivían en aquel bosque.
- El Roble siembre fuerte era reacio porque tenía miedo de que el pájaro quisiera vivir allí hasta la primavera y se comiera algunas de sus bellotas.
- Incluso el Sauce, que parecía ser de carácter mas suave se negó a ayudar, e incluso decía que el no hablaba con extraños.
El pobre pájaro estaba en mucho dolor y pena y trató de volar un poco más, pero sus alas aún no estaban aptas para ello.
Al ver a su gran lucha por sobrevivir, el Abeto le preguntó, ¿por qué estaba tan triste?
Cuando el pájaro reveló sus penas, el abeto le ofreció la más gruesa, la más suave y cálida rama que tenia para quedarse. El ave estaba muy contenta, por fin de encontrar alguna ayuda
Inspirado por la bondad de abeto, el grande y fuerte Pino también se ofreció para proteger al Abeto y al pájaro del viento del Norte a durante todo el invierno.
El Enebro también ayudó, algo muy poco corriente en el, y le ofreció a sus bayas para que el pájaro saciara su hambre.
Así, el pájaro vivía cómodamente allí en los árboles, sus amigos y se fue volando de nuevo en primavera, cuando su ala sanó de nuevo, sumamente agradecido.
El Rey Frost,(Rey Invierno) que observo la conducta de todos los árboles, dio estrictamente instrucciones al Viento del Norte de no tocar nunca más ni una sola hoja de los Abetos, Pinos y Enebros, mientras que él, el viento, sería totalmente libre de hacer estragos en las hojas de otros árboles .
El Viento del Norte es especialmente popular y duro, durante el deshoje brillante, de todas las hojas verdes de los Sauces, Robles y otros árboles donde habitan las aves Soplando constante hasta conseguir dejar sus ramas totalmente al descubierto durante los inviernos, sin nada para protegerse de la nieve, la lluvia y el granizo.
Y es precisamente por su bondad que las hojas del Abeto, el Pino y el Enebro siempre están verdes y se les conoce como árboles de hoja perenne. Un Don concedido por el Rey Invierno y acatado por el resto de los elementoss.
El mal es árbol que crece y que cortado retoña.
José HERNÁNDEZ

Pues es el pájaro cantor jamás se para a cantar en árbol que no da flor.
José HERNÁNDEZ

"Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez
atrapado, te darás cuenta que no puedes comer dinero."
Evelyn WAUGH

Quien siembra en el espíritu, planta un árbol a larga fecha.
 Friedrich NIETZE

No hay árbol bueno que pueda dar fruto malo, ni árbol malo que pueda dar fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto.”
Lucas 6: 43
Había un hombre que tenia cuatro hijos y buscaba que aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente.
Entonces envió a cada uno por turnos a ver un árbol de peras que estaba a una gran distancia. El primer hijo fue en el Invierno, el segundo en Primavera, el tercero en Verano y el hijo más joven en el Otoño.
Cuando todos ellos habían ido y regresado, los reunió y les pidió que escribieran lo que habían visto.
El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, él dijo que estaba cargado de flores, que tenía aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa mas llena de gracia que jamás había visto.
El ultimo de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos; dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.
Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.
Les dijo a todos que no deben juzgar a un árbol, o a una persona, sólo por ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son el placer, el regocijo y el amor que viene con la vida sólo puede medirse al final, cuando todas las estaciones han pasado.
Si te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño.


MORALEJA: No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto. No juzgues a la vida sólo por una estación difícil. Persevera a través de las dificultades y malas rachas ... mejores tiempos vendrán...

Los árboles y el hacha

Un hombre entró en un bosque y pidió a los árboles que le proporcionaran un mango para su hacha. Los árboles consintieron en su petición y le dieron un fresno joven.

Apenas había el hombre encajado el nuevo mango del fresno a su hacha, cuando comenzó a usarlo y rápidamente taló con sus golpes los más nobles gigantes del bosque.
Un viejo roble, lamentándose cuando fue demasiado tarde de la destrucción de sus compañeros, dijo a un cedro vecino:
-El primer paso nos ha perdido a todos nosotros. Si hubiéramos tenido mejor previsión, podríamos haber retenido aún nuestros propios privilegios y haber estado de pie una eternidad.-

Nunca se debe dar una ventaja a un desconocido.